En muchos casos, quienes fijan una posición sobre que politica implementar respecto al narcotrafico suelen hacerlo desde el desconocimiento y las asimilaciones antojadizas. El desarrollo del narcotrafico a nivel mundial y las particulares diferencias en los diferentes países debieran forzarnos a proponer politicas particulares pero encadenadas.
El narcotráfico es un fenómeno social que genera cada vez mayor interés en los actores de la política, los medios de comunicación y la sociedad en general. El interés por el narcotráfico se genera en gran parte por el crecimiento real e intangible de un fenómeno que proyecta dos grandes imágenes. La primera, la de un Estado que se asocia a un monstruo con el objetivo de lucrar, protegerse para desarrollarse en conjunto y la segunda, la de ese mismo monstruo -o uno muy parecido- con poderes y herramientas materiales y humanas superiores a las del Estado y con las cuales lo somete. En ambas imágenes, las proyecciones sobre el Estado son negativas y las características que se asignan al monstruo son reales y engañosas. Para caracterizar correctamente una porción de ese fenómeno es mejor analizar la película y no la fotografía.
LA ESQUEMATIZACIÓN DEL FENÓMENO
La pasta base de cocaína es el primer resultado material de una serie de procesos químicos sobre la hoja de coca, el paso previo para obtener clorhidrato de cocaína. Para la producción de la pasta base de cocaína se requieren varias toneladas de hojas de coca, que se obtienen de un arbusto que desde tiempos ancestrales se cultiva en la región Andina -Colombia, Perú y Bolivia- y que solo durante el breve periodo de entreguerras, la Corona Neerlandesa logró adaptar el arbusto en la isla oceánica de Java.
Sobre la base de la concentración geográfica de las materias primas vegetales necesarias para la producción de ciertas drogas -cocaína, heroína y marihuana-, los referentes de la política internacional norteamericana en los años setenta promovieron una serie de acciones militares, judiciales y económicas con el objetivo de disminuir la oferta de drogas e interrumpir el comercio en los países del hemisferio norte.
Sin hacer mención a la crítica fundada que existe sobre las acciones que los Estados Unidos desplegó durante los años ´70 y ´80 y que fueron violatorias en muchas ocasiones de la soberanía de varios países de Asia y Latinoamérica, los encargados norteamericanos fijaron esas acciones -y las agruparon en torno a varios programas- sobre la base de una esquematización fundada en la concentración geográfica o no de los recursos necesarios para fabricar drogas: los países con grandes extensiones sembradas con arbustos de coca, plantas de amapola o de cannabis fueron catalogados como países productores. En cambio, los países sin esas materias primas necesarias para la fabricación de drogas, pero con altos niveles de consumo en relación al de los países productores -y al resto del mundo-, los definieron como países consumidores.
Hasta los años setenta, el comercio de drogas fue un fenómeno de características interregionales, que comenzó a transformarse cuando en esos años, en las regiones donde todavía hoy se concentran la mayor parte de las materias primas vegetales surgieron las organizaciones criminales -Cartel de Medellín y Cali- que transformarían el sistema de producción y comercio de la cocaína, hasta convertir a la droga en una economía de escala.
Esas nuevas organizaciones tuvieron como principal objetivo, lograr que sus mercancías sean las más demandadas en los crecientes mercados internos de los países consumidores -Estados Unidos y la mayor parte de los de Europa Occidental- pero a través de los programas que se diseñaron en los Estados Unidos, las fuerzas de seguridad nacionales -muchas veces en conjunto con las norteamericanas- buscaron un primer mecanismo para detener ese proceso.
Mediante intervenciones militares -terrestres y aéreas- se propusieron destruir la mayor cantidad posible de áreas sembradas con plantas de coca o de amapola y obstaculizar el normal abastecimiento de las materias primas necesarias para la fabricación de las drogas. Generando una caída en la oferta de las materias primas, se provocaría un descenso en las cantidades de drogas fabricadas y a un mayor costo. El objetivo principal de ese programa -la erradicación forzada de cultivos ilícitos- fue lograr que el aumento en los costos de producción impactará en el precio de venta y excluyera del mercado a las personas de menos recursos.
El objetivo no lo lograron fundamentalmente porque la demanda de cocaína aumentó y se expandió por todo el mundo. Frente a ese crecimiento, las nuevas organizaciones criminales incorporaron desarrollos industriales, tecnológicos y químicos al sistema de producción para cubrir esa mayor demanda:
1) El problema que resultó ser el encarecimiento de las materias primas necesarias para la producción de cocaína producto de los programas de erradicación forzada, las organizaciones criminales lo resolvieron diversificando las fuentes proveedoras de hojas de coca o pasta base para terminar de producir cocaína;
2) Para ampliar los niveles de producción y con ello, los márgenes de ganancia, las organizaciones criminales construyeron grandes establecimientos productivos con el objetivo de garantizar el almacenamiento de materias primas, reducir los costos de producción, aumentar la capacidad productiva y así reducir los precios de venta para acrecentar cuantitativamente los mercados;
3) La economía de escala la alcanzaron en parte por el aumento en la demanda y la incorporaron de tecnología industrial “moderna”-cortadoras a combustión, lámparas de secado, prensas y hornos de cocción a gas- y variedad de precursores químicos -permanganato de potasio, tolueno, pentacloruro de fósforo ácido acético, ácido sulfúrico, acetato, éter etílico, cloruro de tionilo, etc- que permitió aumentar la producción y cubrir la creciente y extendida demanda.
NUEVOS ACTORES Y UNA NUEVA ESQUEMATIZACIÓN
Durante los años ochenta, en Latinoamérica y Europa surgieron o se reposicionaron organizaciones criminales que comenzaron a actuar como intermediarios logísticos y financieros entre las organizaciones criminales en los países donde se producía la cocaína y las organizaciones criminales que controlaban el mercado norteamericano y europeo.
En Europa se expandieron las organizaciones criminales corsas e italianas que comenzaron a intermediar con cocaína proveniente de Sudamérica y la heroína de Asia. En Latinoamérica, hasta mediados de los años ochenta, las organizaciones criminales en México estuvieron abocadas al tráfico de marihuana, heroína y seres humanos hacía los Estados Unidos. Pero por la presión militar norteamericana sobre el mar Caribe, las organizaciones criminales colombianas abandonaron esa histórica ruta y se asociaron a las mexicanas -nucleadas bajo el Cártel de Guadalajara- para continuar abasteciendo de cocaína al mercado norteamericano.
Las organizaciones criminales en México además de cruzar toneladas de cocaína a los Estados Unidos continuaron produciendo y traficando con marihuana y heroína desde el llamado Triángulo Dorado -Chihuahua, Sinaloa y Durango-, pero en pleno auge de demanda de cocaína en los Estados Unidos, las organizaciones concentraron temporalmente sus recursos materiales y humanos en garantizar el cruce frecuente de cocaína que llegaba desde Colombia y por el cual recibían cada vez mayor cantidad de dinero.
La participación creciente de nuevas o renovadas organizaciones criminales en el sistema internacional del comercio de drogas se extendió por países como México, Italia, Francia, España, Alemania y Gran Bretaña entre otros varios países más y se transformaron en actores relevantes y necesarios para garantizar el flujo de mercancías. Todo ello comenzó a agrietar la primera esquematización de países productores y países consumidores.
A partir de los años noventa se comenzaron a revelar nuevas facetas dentro del fenómeno social: el brote de nuevos mercados internos y la participación creciente de las organizaciones intermediarias en el mercado internacional.
MÉXICO, LOS NODOS ESTRATÉGICOS Y EL MERCADO EXTERNO
El flujo frecuente y creciente de dinero que las organizaciones criminales mexicanas recibieron como pago por el servicio de intermediación entre los dos extremos del mercado -Colombia y Estados Unidos- se transformó en un catalizador para que esas organizaciones transformarán la relación de dependencia respecto a la de sus pares colombianas.
Sobre la creciente cuota de participación que las organizaciones criminales mexicanas ganaron como intermediarios, la posterior desestructuración y el desmembramiento de los cárteles en Colombia -el de Medellín en 1993 y el de Cali tres años- las favoreció todavía más. El Cártel de Guadalajara no solo mantuvo el control de las rutas por las cuales ingresaba cocaína a los Estados Unidos, también se apoderó del control del mercado interno en ese país, que era el mercado de cocaína más grande del mundo. En 1989, con la detención de uno de los fundadores y líder máximo del Cártel de Guadalajara -Miguel Angel Felix Gallardo-, las organizaciones criminales nucleada en ese primer cártel -las de Juárez, Sinaloa, Tijuana y Tamaulipas (Golfo)- comenzaron a operar con cierta interdependencia en un estado de inestabilidad violenta como consecuencia de las diferencias en el control de áreas estratégicas.
Si bien la cocaína siguió siendo la droga de mayor consumo en los Estados Unidos hasta los primeros años del siglo XXI, el incremento en la demanda de metanfetaminas y opiáceos en ese país, Europa y el resto del mundo, las relaciones y la convivencia criminal de las organizaciones criminales mexicanas se tornaron cada vez más inestables. El resurgimiento de ese sector del mercado de las drogas, obligó a las organizaciones criminales mexicanas a desarrollar nuevas estrategias para incentivar la oferta y cubrir el aumento en la demanda de drogas opiáceas y sintéticas:
1) Además de seguir cruzando cocaína hacía los Estados Unidos, incrementaron las áreas sembradas con amapola para disponer de una mayor cantidad de opio para poder producir heroína. También incrementaron y diversificaron las fuentes de abastecimiento de los precursores químicos necesarios para la producción de drogas sintéticas como las anfetaminas y las metanfetaminas;
2) Establecieron nuevos, pequeños y modernos laboratorios para la producción de heroína y metanfetaminas en todo el territorio mexicano. Incluso comenzaron un lento proceso de deslocalización de esos laboratorios para producir drogas sintéticas en los Estados Unidos, Europa y el ascendente mercado Asiatico;
3) En el caso de los opiáceos, para reducir los costos e incrementar los márgenes de ganancias comenzaron a importar opiáceos sintéticos de elevadísima potencia -fentanilo desde China- para incrementar la potencia narcótica de las drogas con menos cantidad de opio, la materia prima básica para producir heroína.
Las organizaciones criminales en México crecieron abruptamente mientras la cocaína fue la droga de mayor consumo en el mercado norteamericano. Pero a principios del siglo XXI, además de seguir gestionando toneladas de cocaína, las organizaciones criminales mexicanas se constituyeron en las de mayor presencia a lo largo de toda la cadena del mercado internacional de las drogas producto de la participación de ellas en el dilatado mercado de las drogas opiáceas y sintéticas.
El crecimiento y la expansión del poder de algunas organizaciones criminales mexicanas -las más poderosas- se ocasionó a propósito del brutal recrudecimiento de los enfrentamientos entre las antiguas aliadas comerciales dentro del extinto Cártel de Guadalajara por el control de los dos tipos de nodos estratégicos en México.
Las numerosas matanzas y asesinatos que se cometen en México desde comienzos del siglo XXI hasta el día de hoy ocurren por el control de las áreas donde se concentran las materias primas necesarias para producir las drogas y por la disputa de las regiones claves para controlar el tránsito de las drogas hacia los Estados Unidos.
Muchas de las masacres que tuvieron lugar en los estados de Guerrero, Michoacán, Durango y Sinaloa -Masacres de Durango (340 muertos), Masacre de Zinapécuaro (20 muertos), Masacre de San José de Gracia (11 muertos), Masacre de Celaya (11 muertos), Masacre de Chilapa (10 muertos), Enfrentamientos en Aguililla (14 muertos), Enfrentamiento en Tanhuato (43 muertos), entre muchas otras más- se produjeron por el control de las operaciones ilícitas particulares de la región: el control de los sembradios de opio, la producción de heroína, anfetaminas y metanfetaminas, la extracción ilegal de recursos naturales y la extorsión.
En cambio, los sangrientos hechos ocurridos en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas-Masacre de San Fernando, Tamaulipas (72 muertos), la “segunda” Masacre de San Fernando, Tamaulipas (193 muertos), Masacre de Camargo, Tamaulipas (19 muertos), Masacre de Tijuana (13 muertos), Masacre de Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez (16 muertos) o la reciente Masacre de Ensenada, Baja California (10 muertos)- sucedieron en torno a las actividades criminales propias al área: el control de las ciudades más próximas a la frontera y de la propia frontera para cruzar los estupefacientes, la trata de personas, el trabajo esclavo, la explotación sexual, el contrabando y la extorsión.
Los nodos estratégicos, los productivos y los logísticos que existen en México, no son ni más ni menos que los enclaves geográficos, naturales, productivos, logísticos y comerciales que las organizaciones criminales mexicanas deben controlar si quieren participar de manera vigorosa en el mercado internacional de las drogas.
ARGENTINA, SUS NODOS Y EL ESCASO MERCADO INTERNO
Los informes de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Crimen (ONUDC) de las últimas dos décadas reportaron que año tras año creció el número de pequeños y modernos laboratorios utilizados para la fabricación de drogas sintéticas en Europa. En países como Gran Bretaña, España, Bélgica, Países Bajos, República Checa, Bulgaria y Alemania, solo en el año 2020, las fuerzas de seguridad detectaron 213 laboratorios clandestinos dedicados a la producción de anfetaminas y metanfetaminas.
Diez años después, en esos mismos países se empezaron a descubrir pequeños laboratorios para terminar de producir clorhidrato de cocaína. Las organizaciones criminales dedicadas al tráfico y el comerció de este tipo de droga comenzaron a importar pasta base de cocaína desde Sudamérica y terminar de fabricar la cocaína en un área mucho más próxima a los mercados internos europeos.
Sobre la base de comprar una mercancía de menor volumen y valor agregado que la cocaína -y de terminar de producir la droga cerca de los mercados de destino-, los gastos de logística se achican y los márgenes de ganancia se expanden. El último gran allanamiento vinculado a un laboratorio de este tipo tuvo lugar en el mes de Abril del 2023 y a pesar de estar instalado en una pequeña casa en Galicia - España, el laboratorio tenía la capacidad operativa para terminar de producir 200 kilogramos de cocaína al día.
Los desarrollos tecnológicos y los cambios implementados en los modelos productivos favorecen la descentralización geográfica de los establecimientos utilizados para la fabricación de drogas, reduciendo los costos y riesgos, y aumentando las ganancias.
En Argentina, al igual que en Europa, África y gran parte de Asía, no se siembra ni el arbusto de hoja de coca ni la planta de amapola. Tampoco se producen los precursores químicos necesarios y utilizados en la fabricación de drogas sintéticas. En Argentina no se pueden producir drogas si no se obtienen los recursos necesarios en el extranjero; igualmente en Argentina sí se producen drogas.
Desde hace casi ya 20 años, en Argentina se detectaron laboratorios montados para terminar de procesar la pasta base de cocaína y/o fabricar drogas sintéticas. En el año 2005, la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) informó que solo en ese año se desmantelaron 28 laboratorios, una cifra que septuplicó el promedio de laboratorios descubiertos cinco años antes.
Por su ubicación geográfica y debido a su estructura económica, en Argentina operan dos tipos de organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico: las orientadas a controlar los nodos estratégicos logísticos y las organizaciones que buscan controlar los centros comerciales más lucrativos del mercado nacional de las drogas, que aquí daremos en llamar nodos estratégicos comerciales.
Todos los países en el mundo tienen nodos estratégicos y los de Argentina tienen tres características fundamentales que los diferencian respecto a México:
1) Los nodos estratégicos logísticos respecto al mercado internacional de las drogas, en Argentina no comparten frontera con ningún mercado de alta rentabilidad como son los Estados Unidos, Europa y unos cuantos países asiáticos. Las organizaciones criminales radicadas en Argentina y orientadas al tráfico internacional de drogas tienen fundamentalmente relación con los mercados de drogas europeos, a más de diez mil kilómetros de distancia;
2) Los nodos estratégicos logísticos en Argentina -vinculados al comercio internacional de drogas- son los puertos ubicados en la llamada Hidrovía -62 privados y 17 públicos- y gran parte de los puertos instalados en el litoral marítimo argentino -12 públicos y 9 privados. En cambio, en México los nodos estratégicos logísticos más importantes son las ciudades más próximas a la frontera seca con los Estados Unidos -Tijuana, Mexicali, San Luis, Nogales, Ciudad Juárez, Ciudad Acuña, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros;
3) Alrededor de los nodos estratégicos logísticos en Argentina se desarrollaron algunos de los mercados nacionales de drogas más lucrativos del país -Ciudad de Buenos Aires, Conurbano, Rosario, Zarate, Mar del Plata, etc-, los nodos estratégicos comerciales. Estas ciudades o regiones, son las áreas en las cuales las organizaciones criminales se disputan el control de los mercados internos de las drogas. Las organizaciones criminales orientadas al tráfico internacional de drogas tienen poco o ningún tipo de interés en participar de esos mercados nacionales.En cambio, alrededor de los nodos estratégicos de producción y logística en México, si bien existen mercados nacionales muy lucrativos y que están en manos de organizaciones que no participan activamente del mercado internacional de las drogas, las organizaciones pequeñas son fuertemente controladas por los cárteles internacionales.
El rol de las organizaciones criminales orientadas al mercado internacional de las drogas es vertiginosamente diferente al de las organizaciones que se disputan el control del mercado nacional. Si bien muchos de los centros más lucrativos del mercado nacional de las drogas -los nodos estratégicos comerciales- comparten territorio con los nodos estratégicos logísticos, las organizaciones dedicadas a controlar a estos últimos, no pareciera -hasta el momento- que se involucren en las disputas entre las organizaciones criminales dedicadas a la venta al menudeo en el mercado nacional y que son las que producen la mayor parte de los hechos sangrientos en el Conurbano, Mar del Plata, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Mendoza y que generan tanta repercusión pública y política.
El mercado argentino de las drogas es un mercado extremadamente pequeño, no solo en relación al mercado internacional en su conjunto, también si se lo compara con los mercados nacionales de Sudamérica -Brasil, Chile y Uruguay-, Norteamérica -México, Estados Unidos y Canadá- y todos los de Europa. De igual manera, el mercado nacional de las drogas en Argentina sigue siendo un mercado y por lo tanto aporta ganancias.
Esas diferencias se generan en la cantidad de consumidores potenciales que tiene cada uno de los mercados nacionales y por sobre todas las cosas, por la diferencia en el tipo de cambio entre las diferentes monedas nacionales y el dólar.
Todos los elementos necesarios para la producción de drogas y las propias drogas a nivel internacional e interregional son comercializadas en dólares, la moneda de pago predominante en el sistema de comercio legal e ilegal de todo el mundo.El euro también es una moneda de uso habitual en las actividades criminales -por sus billetes de alta denominación-, pero a excepción de Estados Unidos y la Unión Europea, el comercio minorista de las drogas se lleva adelante en monedas nacionales.
El sector etario más grande del mercado nacional de las drogas en Argentina lo conforman ciudadanos entre los 15 y 64 años, casi 30 millones de personas. Sobre ese universo, el 2,6% -unas 780.000 personas- se presume que consumió cocaína en el año 2021 según el informe de la ONUDC. El posible mercado minorista de la cocaína en México también es reducido y aunque es proporcionalmente más grande que el de Argentina, la demanda interna de cocaína es menor. Con poco más de 85 millones de personas entre los 15 y los 64 años, en México según informan las estadísticas nacionales, el consumo de cocaína durante el año 2001 estuvo en torno al 0.6% es decir, unas 510.000 personas.
Los datos estadísticos revelan que el mercado nacional de la cocaína de Argentina y México -en proporciones cualitativas- son similares en lo que respecta al número de consumidores., Pero en relación a los valores en que se negocia la compra y venta de la cocaína, la diferencia es enorme: el gramo de cocaína en México se vende a un promedio de 17.84 dólares y en Argentina a menos de la mitad, a 7.46 dólares.
LA NECESIDAD DE UN DIAGNÓSTICO Y DE UNA (NO) SÍNTESIS
Las políticas en Argentina respecto al fenómeno social del crimen organizado -y más específicamente en relación al narcotráfico- resultan ser equivocadamente compartimentadas, lo cual demuestra una regular falta de comprensión de dicho fenómeno. Pero ante esa regular falla en la elaboración de un real diagnóstico se proponen irregulares propuestas gubernamentales para hacer frente al fenómeno. Los planteos suelen ir desde la modificación de los años de pena que una persona recibe por ser parte de las organizaciones criminales o la errante disposición geográfica de las fuerzas de seguridad federales en los centros más lucrativos y conflictivos del mercado nacional de las drogas.
En las distintas gestiones gubernamentales desde la recuperación democrática se han elaborado propuestas que en la mayoría de los casos son electoralistas, que se repiten fracasadamente gestión tras gestión y que pudieron ser ocasionalmente acompañadas por el apoyo a los programas de prevención y tratamiento de personas con problemas de consumo y que son sostenidos y promovidos por organizaciones sociales y religiosas.
El voluntarismo necio por asemejar procesos y realidades tan diferentes como las de México en Argentina no solo es quizás la señal más nítida de la incomprensión del fenómeno, también puede resultar siendo peligroso. La cercanía geográfica de México al mercado de las drogas más grande del mundo, el control de los territorios con las materias primas vegetales necesarias para producir las drogas de mayor demanda en todo el mundo y la estructuración interna de las organizaciones criminales mexicanas son diferencias sustanciales respecto a la Argentina.
Las diferencias en torno a los nodos estratégicos también son más que elocuentes. Los nodos en México son productivos y logísticos. Los primeros florecen alrededor de las regiones donde se concentran las materias primas necesarias para la fabricación de las drogas que inundan gran parte de los mercados norteamericanos, europeos, asiáticos y oceánicos; los segundos, florecen en torno a las regiones que debido a su particular ubicación geográfica son necesarias controlar para intentar garantizar el tránsito de las drogas hacia los Estados Unidos.
En Argentina, los nodos estratégicos son logísticos y comerciales. Los logísticos son los espacios que necesitan controlar para desde allí intentar enviar las drogas hacia los mercados europeos de las drogas. En cambio, los nodos estratégicos comerciales son los grandes centros urbanos y sus periferias inmediatas -algunas también forman parte de los nodos logísticos-, donde se concentra la oferta y la demanda de drogas.
Los cada vez más frecuentes y devastadores procesos de crisis internacionales -crisis contractuales, migratorias, sociales, financieras y sanitarias-, en la mayoría de los casos terminan asociados y dinamizados por la actividad criminal organizada. Toda esa conjunción de procesos impactan cada vez más vehementemente en los ciudadanos más humildes en todo el mundo y en los gobiernos que no cuentan con una correcta caracterización sobre el fenómeno. Además, los estados débiles solo cuentan con herramientas anquilosadas y poco efectivas, que solo pueden intentar resistir los avances del fenómeno.
La necesidad de un diagnóstico y un posterior consenso en torno a ese análisis y la serie de medidas en relación a cómo abordar este fenómeno es necesario para que los Estados creen o se apropien de nuevas herramientas y ejecuten nuevas acciones para generar nuevas respuestas. El crecimiento exponencial del crimen organizado a nivel mundial y su poder de injerencia económica representa uno de los peligros mediatos más graves para la democracia.
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