Hijo de un recolectar de caucho en la selva Amazonas, comenzó a trabajar antes de cumplir los diez años. Se convirtió en el representante de los trabajadores a los cuales sumo a la defensa del ambiente y promovió la posibilidad de alcanzar el progreso de manera equilibrada. Se enfrentó al gobierno militar, a los terratenientes y a los criminales. Aquí parte de su historia.
La noche en la selva es completamente oscura. En lo profundo o en la periferia de la selva, la noche vuelve invisible a todo y a todos, especialmente brinda cobertura a los asesinos que esperan el movimiento fortuito que la víctima siempre realiza y le dan al asesino o a los asesinos -la selva en la noche es generosa-, el minúsculo espacio temporal propició para cometer el crimen. En medio de la noche, la selva y los asesinos se vuelven invisibles. En medio de la selva, el progreso brota de las raíces, sube por los troncos y se expande por la copa de los árboles, los mismos que hacen a la selva y a la noche enamorados. La selva no tiene límites definidos. La selva tiene periferia, pero es muy difícil de decir donde termina. De a poco la selva va perdiendo su volumen, su característica central que básicamente le da su nombre. En cambio, su corazón se define de dos maneras: por coordenadas que generalmente estudiosos de alguna ciencia acuerdan, o por la voluntad de otros hombres, la de los empresarios. En el caso de la selva del Amazonas, el centro lo definieron los terratenientes que a mitad del siglo XIX comenzaron a exportar látex de los árboles de caucho -siringuero en portugués- que pueblan todo el Amazonas.
El caucho fue utilizado por los indígenas para fabricar vasijas, correas, pelotas y zapatos. Con la demanda de caucho creciendo a partir del proceso de vulcanización -un procesos físico químico que lo vuelve mucho más fuerte y resistente-, la voluntad de hacer grandes fortunas en base a los recursos naturales se decidió por incluir al caucho en la larga lista. El caucho se comenzó a utilizar en descomunales proporciones con el desarrollo de las nuevas industrias que surgieron a partir de la Revolución Industrial y que tuvieron su foco en el transporte, las comunicaciones y la maquinaria motriz en general. Un grupo de terratenientes y nuevos capitalistas en el hemisferio norte acapararon rapidamente el mercado, los otros que buscaron formar parte de algún tipo de negocio se lanzaron al océano para llegar hasta el Amazonas y apropiarse de la entonces materia prima estrella de la industria, el caucho. De a cientos viajaron y se adentraron en la selva para construir precarios establecimientos en donde coordinar la extracción del latex de caucho. El centro neurálgico de esa red fue la hasta entonces Ciudad da Barra do Rio Negro -primero fortaleza, villa despues-, que en 1856 tomó su nombre definitivo: Manaos.
Los terratenientes y capitalistas construyeron toda una ciudad moderna y que la definieron como el corazón del Amazonas. La ciudad de Manaos se levantó sobre el margen izquierdo del Rio Negro, el más caudaloso afluente del río Amazonas. El entramado de ríos fue la principal vía por donde el caucho, tintes, maderas y algunos cuantos esclavos salieron hacía el Atlántico. Los empresarios europeos trasladaron su estructura social y cultural hasta la propia selva. La Bella Epoque europea llegó a Manaos y la transformó en la París del Trópico. Un palacio de justicia, un teatro con capacidad para setecientos espectadores y un mercado municipal diseñado por Gustave Eiffel -aquel mismo ingeniero que diseñó y le dio nombre a la torre en París-, todos decorados con mobiliario estilo Luis XV, mármoles italianos y herrería británica fueron el centro de atracción cultural y politica de Manaos.
Con la europeización cultural de Manaos también llegaron las enfermedades y el refinamiento del modo de producción. Miles de indígenas comenzaron a morir de lo que antes no morían: viruela, sarampión, tifus y sífilis, entre otras. Pero el perfeccionamiento del modo de producción esclavista aplicado al caucho fue la innovación que definitivamente diezmo a las comunidades indígenas del Amazonas. Hombres, mujeres, niños y niñas fueron obligados a extraer látex de los árboles de caucho. Endeudados, torturados, violados, de a miles, día tras día murieron enfermos, martirizados, prostituidos y exhaustos del cansancio, mientras eran obligados a adentrarse en la selva. Los indígenas que no fueron obligados a convertirse en siringueros -el término portugués que surgió en esos oscuros tiempos para denominar a quienes trabajaron de extraer látex-, debieron trabajar en la construcción y en el desarrollo de la ciudad hasta que la primera fiebre del caucho se terminó.
Mientras Manaos era el infierno en desarrollo, los empresarios ingleses se dedicaron a contrabandear grandes cantidades de semillas de arboles de caucho y sembraron con ellas extensas areas de sus colonias en el sudeste asiático, apropiándose asi de casi todo el circuito de producción, abastecimiento y distribución de caucho a nivel mundial, mientras el del mercado brasileño se destruyó. El derrumbe de Manaos fue inmediato. El precio del caucho amazónico cayó y los empresarios redoblaron los niveles de explotación sobre los siringueiros para intentar sostener sus márgenes de ganancia. La variable de ajuste para la industria fue la cantidad de trabajo y lo siguió siendo cuando la armada japonesa invadió Malasia y otras zonas caucheras del Pacifico Sur cortando de esa manera el suministro de caucho a los ingleses y al resto de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiendo nuevamente a Manaos y al resto del Amazonas como la principal zona proveedora de caucho mundial.
El precio del caucho amazónico volvió a aumentar, pero la zona había quedado abandonada, falta de capitales y trabajadores cuando la primera fiebre del caucho se terminó. El gobierno brasileño decidió movilizar trabajadores pobres hasta la selva para intentar aumentar los niveles de extracción del látex de caucho y dar respuesta a la demanda internacional. Cien mil personas, nuevamente hombres, mujeres, niños y niñas se adentraron en la selva para extraer caucho. El Amazonas otra vez fue el parque de diversiones del diablo. El lujo decadente heredado de la primera fiebre se pobló de militares para controlar a los siringueros. Obligados a trabajar más de doce horas por día, mal alimentados y pobremente equipados, treinta mil siringueros perdieron la vida en lo que duró la Segunda Guerra Mundial. Casi al final de la guerra, el Amazonas, el 15 de diciembre de 1944 sintió un latido en sus entrañas. Ese día, el Amazonas, sus habitantes, sus cuidadores respiraron junto al primer suspiro de vida que dio Francisco Alves Mendes Filho, conocido por el Amazonas, por su selva y por los siringueros como Chico Mendes.
Hijo de un siringuero, al igual que su padre comenzó a trabajar de niño -a los nueve años- recolectando caucho en su ciudad natal de Xapuri, en el estado de Acre, en el oeste amazónico brasileño. Cuando Chico nació las oportunidades para los siringueros seguían siendo escasas. La demanda de caucho cayó cuando la guerra terminó, el precio se derrumbó y las posibilidades de sobrevivir con una industria que comenzaba a encontrar reemplazos, más baratos y mejores se agotaba. Chico al igual que la mayoría de los siringueros no aprendió a leer y a escribir sino hasta muchos años después. La situación económica era crítica y al igual que como había ocurrido con el caucho un siglo antes, los recursos económicos de los terratenientes y los empresarios comenzaban a disponerse para cubrir y proveer de una nueva demanda mundial: los alimentos. La deforestación de grandes áreas del Amazonas para la producción agrícola y ganadera arrinconaba a los siringueros que intentaban defender sus fuentes de trabajo y supervivencia.
Desde el periodo de entreguerras, empresarios y militares brasileños de manera recurrente interrumpían los gobiernos democráticos. Hasta 1964, los gobiernos electos democráticamente y los golpes de estado militares se sucedían con una variedad diversa de años y consecuencias, pero en la mañana del primero de abril de 1964, los militares, con el amplio apoyo de la burguesía brasileña instalaban un régimen semi democratico, semi dictatorial que se mantendría hasta el año 1985. El secuestro, la tortura y la desaparición de sindicalistas, campesinos, estudiantes y militantes políticos demócratas, socialistas y comunistas se volvía atroz durante una gran parte de la llamada Revolución Militar del '64.
En las ciudades, los dueños del capital recibían con beneplácito las medidas de ese nuevo gobierno: se suspendía la actividad sindical, se prohibían las huelgas, se congelaban los salarios y en términos financieros, se liberalizaban las finanzas y comenzaba un proceso de endeudamiento acelerado y bastante impropio para Brasil. En la selva del Amazonas, los avances del gobierno y los terratenientes sobre los pequeños propietarios, los trabajadores y las comunidades indígenas era al unísono, una canción que bailaban de a dos. Ese nuevo gobierno militar estaba mucho más organizado que los anteriores, se disponía a perpetuarse en el poder y a cumplir con cada uno de sus objetivos. Desde el comienzo se decidían a transformar grandes extensiones de la selva amazónica en tierras de pasturas para el ganado, intensificaban la explotación de maderas para ser comercializadas en el mercado internacional, ademas de ordenar nuevas y más profundas incursiones a la selva buscando reservas de hierro, cobre y níquel. Para ello, con mano de obra militar coordinaban el desplazamiento forzoso de trabajadores pobres y comunidades indígenas enteras hacía otras regiones, a la par de un grave deterioro de las condiciones ambientales.
Mientras la dictadura brasileña afianzaba las condiciones para su larga estancia en el poder, Chico con veinte años comenzaba a manifestar preocupación por sus condiciones de vida, la de su padre y la de los siringueros. A pesar de la dictadura y sus métodos, en todas las regiones se organizaban grupos de resistencia, la mayoría de ellos liderados por referentes socialistas y comunistas escapados de las ciudades más populosas y controladas. Esos grupos intentaban acercarse a los trabajadores y campesinos mediante actividades comunitarias como la alfabetización y la asistencia alimentaria. Chico era uno de esos tantos trabajadores que se beneficiaba de la actividad politica. Él mismo reconocería años después que a los veinticuatro años aprendía a leer y escribir debido a la enseñanza de Euclides Távora, un militante comunista que se había establecido en Xapuri después de participar en el levantamiento obrero boliviano que había logrado defender al gobierno electo del Movimiento Nacionalista Revolucionario frente a un intento de golpe militar.
Chico se preocupaba cada vez más por la situación política y social. No solo por la de su ciudad, su región o el pedazo de selva en el que trabajaba. El aprender a leer y a escribir le abría un nuevo mundo y tomaba contacto con libros, textos y manifiestos socialistas y comunistas. Pero Chico no se volcaba a la academia, se acercaba a las instituciones que bregaban por organizar a los trabajadores. Las condiciones de vida laboral y ambiental en la región se agravaban cada vez más con el paso del tiempo.Las deudas entre los trabajadores crecían y la vida volvía a ser el mismo infierno con doscientos años de diferencia. Las esporádicas protestas de los trabajadores por mejorar las condiciones de vida eran salvajemente reprimidas, por las fuerzas de seguridad y por los criminales contratados por los terratenientes como seguridad. Chico se integraba orgánicamente en organizaciones de trabajadores a partir de 1975 cuando resultaba electo como secretario del Sindicato de Trabajadores Rurales de Brasiléia, una ciudad del estado de Acre, vecina de su Xapuri natal.
La preocupación principal de los trabajadores en la zona era la deforestación, la eliminación total de sus fuentes de trabajo. Chico y otros dirigentes comenzaban con una práctica de protesta que se reconocía como empate y que se expandía rapidamente. En los empates, los siringueros se colocaban frente a los árboles -se ataban en muchos casos a ellos- e impedían la tala de los mismos. La práctica novedosa para esa época daba resultados inmediatos, aunque no duraderos. Esas pequeñas victorias que los siringueiros se llevaban a sus casas cuando las sierras de los leñadores debían descansar en la tierra, les generaba picos de adrenalina que los incentivaban a pelear por sus fuentes y condiciones de trabajo, pero también para impedir la expulsión de los pequeños propietarios endeudados.
La política y la práctica de intentar amalgamar las luchas, era incentivada por Chico y por Wilson Pinheiro, el presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Brasiléia, y se transformaría en una marca registrada de los siringueros en aquellos años. La militancia de Chico crecía y un año después de comenzar con los empates y de sumar siringueros a la lucha, en 1977 lograba formar el Sindicato de Trabajadores Rurales en su ciudad natal de Xapuri. Su formación sindical juntamente con lo que era su formación sobre la protección del ambiente. Se convertía en el corresponsal de un pequeño periódico que el mismo distribuía entre los siringueros y que lo utilizaba como material para fomentar la formación y la discusión política entre ellos.
Ese mismo año, en el que lograba crear el sindicato en Xapuri se presentaba como candidato a concejal por el Movimiento Democrático Brasileño, el único partido opositor en ese entonces autorizado por la dictadura militar para disputar las elecciones. El partido politico era diverso. Constituido mayoritariamente por hombres con diferentes ideologías -la mayoría con preocupaciones políticas, pero no asi sindicales, y mucho menos ambientales-, el partido no mostraba ningún tipo de interés por sus representantes en los estados alejados de los grandes centros políticos y económicos brasileños.
La participación de Chico en las luchas sindicales, ambientales y políticas despertaba la atención de los terratenientes que se comenzaban a molestar por la atracción que los trabajadores y la población tenían sobre un simple siringuero. Las amenazas sobre Chico empezaban a llegar, mientras también lo hacían las muestras de solidaridad por parte de sus compañeros siringueros; no así de sus compañeros del partido. A mediados del 1979, enojado y desilusionado con el partido, Chico se decidía a utilizar su cargo para organizar en la sede municipal de Xapuri, un foro de discusión entre líderes sindicales, populares y religiosos. La convocatoria era muy exitosa y despertaba la rabia de las autoridades militares que lo acusaban de organizar actividades subversivas. Chico era detenido ilegalmente, torturado y después de un corto tiempo en la cárcel, finalmente liberado. Nuevamente el partido no colaboraba en nada con Chico. No se manifestaba contra la detención ilegal y tampoco lo apoyaban cuando quería denunciar las torturas que había sufrido. A finales de ese mismo año, el Movimiento Democrático Brasileño se desintegraba en varias facciones. La mayoría de sus integrantes se nucleaba en torno al Partido del Movimiento Brasileño Democrático, otro grupo creaba el Partido Democrático del Trabajo y un grupo de dirigentes sindicales fundaba el Partido de los Trabajadores (PT), en el que se contaba a Chico y al entonces dirigente metalúrgico, Luiz Ignacio Lula Da Silva.
La violencia por parte de los criminales al servicio de los terratenientes se descontrolaba. En septiembre de 1979, Wilson Pinheiro, el amigo de Chico, el presidente del Sindicato de Brasiléia y miembro del recién nacido PT organizaba una inmensa marcha contra los criminales que eran empleados por los terratenientes. Los siringueiros emboscaban a los criminales, los lograban desarmar y las armas eran entregadas a las autoridades militares de la región. La acción coordinada y dirigida por Wilson generaba un impacto tremendo entre los terratenientes, que comenzaban a reunirse entre ellos para determinar cómo impedir que esos hechos contra sus criminales contratados se repitieran. Los terratenientes estaban decididos a hacer lo que fuera necesario para controlar la situación. Después de varias reuniones en las que participaban terratenientes de varios estados, acordaban ordenar el asesinato del líder de la revuelta. La noche del 21 de julio de 1980, mientras Wilson miraba la televisión junto a otros compañeros en la sede del sindicato, dos criminales, dos sicarios, uno de Xapuri, uno que conocía a Wilson y otro que había llegado desde Brasilia les disparaban tres tiros al lider sindical y terminaban con su vida.
La violencia daba paso a más violencia. Despues del asesinato de Wilson Pinheiro, un grupo de siringueros asesinaban a un criminal contratado por los terratenientes para vigilar a los trabajadores. Los terratenientes acusaban a Chico de ser el autor intelectual e instigador de ese crimen y las autoridades militares al servicio de los terratenientes lo califican como subversivo ante la justicia. Chico comenzaba a vivir en constante peligro. Sus publicaciones en el diario en el que era corresponsal era clausurado en 1981, el mismo año en que Chico asumía la presidencia del Sindicato de Trabajadores de Brasiléia, en reemplazo de su amigo y compañero asesinado. En 1982 se presentaba como candidato a diputado estadual en representación del PT, aunque no lograba ser electo. Su lucha se enfocaba en lograr la unión de lo sindical y lo ambiental, en forjar una mirada amplia y estratégica del fenómeno económico.
En 1983 se casaba por segunda vez. Chico ya se había casado tenía una hija, pero su primer matrimonio terminaba muy rapidamente. Con su nueva esposa Ilzamar Gadelha, una joven varios años menor que él, despues de la ceremonía, se establecían en una pequeña casa prestada, pequeña y de madera en la misma Xapuri. En ella criarían a sus dos futuros hijos: Elenira y Sandino Mendes.
El principal interés de Chico seguía siendo la organización de los trabajadores. En 1985 organizaba, convocaba y encabezaba el Primer Encuentro Nacional de Siringueros en el cual se acordaba crear el Consejo Nacional de Siringueros, la herramienta más importante del sector y a traves de la cual se comenzaba a coordinar la acción de los trabajadores con perspectiva nacional e internacional. El Consejo también hacía suya la propuesta de Chico de crear la Unión de los Pueblos de la Selva -União dos Povos da Floresta en portugués-, una entente de siringueros, indígenas, pescadores artesanales, cocoteros y trabajadores de la región que buscaban mejorar las condiciones de trabajo y sobre todo, proteger los medios con los que trabajaban.
Chico también había elaborado junto a un grupo de trabajadores una propuesta sumamente innovadora para ese entonces y que lo sigue siendo en la actualidad: determinar como reservas forestales grandes áreas de selva en las cuales se concentran recursos naturales y poblaciones indígenas y en las cuales no se permitiera la extracción descontrolada y desmesurada de recursos. Los siringueros con el apoyo de amplios sectores académicos elaboraban informes para sustentar esa propuesta. Todos juntos, con el impulso de los trabajadores, en una dinamica intersectorial novedosa lograban demostrar que en una hectárea de selva se podía producir en caucho, nueces y frutas mucho más que la que se podía obtener si ese mismo espacio se lo destinaba a la ganadería.
El gobierno militar, con el apoyo financiero de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo ponía en marcha grandes proyectos para desarrollar infraestructura productiva en el centro mismo del Amazonas. Las rutas, autopistas, explotaciones mineras y explotaciones petroleras que se comenzaban a financiar en Brasil despertaban la preocupación de Chico y los demás dirigentes de la región. El ejército, los empresarios y los criminales utilizaban bombas de tipo napalm para barrer con grandes extensiones de selva y con las comunidades indígenas que las habitaban para poder llevar a cabo las obras. Dos de los proyectos más importantes eran la ruta BR 364, de más de mil doscientos kilómetros de distancia, que unía el estado de Rondonia -al sur de Acre- con el de Mato Grosso, y el de la represa hidroeléctrica de Tucuruí, sobre uno de los tantos afluentes del río Amazonas. Para llevar adelante esos dos proyectos se producían crímenes contra los habitantes y el ambiente; en el caso de la represa, el desastre ambiental hoy en día sigue generando graves consecuencias.
El crecimiento del Consejo Nacional de Siringueros -y sobre todo el de la Unión de los Pueblos de la Selva- lograba amplificar las denuncias en torno a los proyectos que estaban financiando los organismos internacionales controlados por los Estados Unidos. Organizaciones internacionales, periodistas y documentalistas llegaban hasta el corazón del Amazonas para documentar la crisis ambiental que se intensificaba con todas esas nuevas obras. Las organizaciones sindicales y las comunidades llevaban las denuncias hasta el Congreso de los Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas. La presión internacional lograba detener momentáneamente el financiamiento internacional que recibían esos proyectos, lo que generaba una profunda crisis entre los terratenientes y el gobierno nacional, que intensificaban y perfeccionaban los mecanismos de persecución de todos aquellos que denunciaban la situación.
La extensa red de contactos a nivel internacional lograba que funcionarios representantes de las Naciones Unidas se trasladarán hasta Xapuri y entrevistarán a Chico y los demás miembros de la Unión de los Pueblos de la Selva, quienes por primera vez contaban en detalle, los crímenes que eran cometidos contra el ambiente y las personas que allí vivían. Dos meses después de la visita de los funcionarios de la ONU, las organizaciones sociales internacionales concretaban una serie de reuniones entre Chico y las autoridades del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo en los Estados Unidos. La posibilidad de tener más reuniones en Washington -la sede del poder político norteamericano e internacional- se ampliaba y Chico tenía un encuentro con el senador Kasten, el presidente del subcomité de finanzas en el Senado de los Estados Unidos. El senador norteamericano les solicitaba a los organismos internacionales que financiaban los proyectos en Brasil, informes sobre el impacto ambiental que las obras producían en el Amazonas. Tan solo dos meses después de la visita de Chico a los Estados Unidos, el dinero para las obras se suspendía por tiempo indeterminado y solo volvería a circular cuando los contratistas, el gobierno y los terratenientes demostrarán adecuar el trabajo de construcción al respeto por el ambiente y la comunidad.
El golpe que significaba el desfinanciamiento de las obras para el gobierno y los terratenientes brasileños era muy duro. Ambos acusaban a Chico y al resto de la Unión de ser opositores al progreso y de querer mantener en la pobreza a los trabajadores de la región, como tactica para contrarrestar el costo político que significaban las críticas internacionales. La opinión en el hermisferio norte reconocía a Chico y a la lucha de los siringueros en defensa de los derechos laborales y el ambiente. No se convencían de las campañas de desinformación del gobierno y los terratenientes, tampoco lo hacían los organismos internacionales que en una muestra de apoyó -Naciones Unidas- invitaban a Chico a Londres para ser galardonado con el Global 500, un premio que reconocía los logros ambientales de personas y organizaciones en todo el mundo.
La lucha de los trabajadores, de los indígenas, de los pobres, de los excluidos, de los martirizados, de los explotados cobraba fuerza y provocaba reacciones cada vez más violentas en los terratenientes. La propuesta de las reservas forestales comenzaba a ser discutida entre las más altas esferas del poder político. La sofisticada y coordinada acción de los trabajadores e indígenas, sumada a la presión internacional que no cedía, le abrían la posibilidad a Chico de defender el proyecto de las reservas forestales ante la Asamblea Legislativa de Acre. A finales de 1987, Chico y otros dirigentes siringueiros comenzabab a organizar un nuevo empate, en el seringal Cachoeira, propiedad del terrateniente Darly Alves. El empate en Cachoeira se hacía masivo y los siringueros impedían la tala de cuatrocientos árboles de caucho. Entre 1976 y 1988, Chico junto a los siringueiros habían organizado cuarenta y cinco empates, que en total terminaron con más de 400 detenidos y torturados, varios muertos y casi 1.2 millones de hectáreas de selva sin deforestar. Pero el empate de Cachoeira se transformaba en un hito histórico para la lucha de los siringueros y obligaba a las autoridades gubernamentales a ceder frente a los reclamos de la organización sindical: el seringal Cachoeira se convertía en la primera reserva forestal del país.
Los terratenientes sentían como nunca antes, la posibilidad de perder sus privilegios. Desesperados, atacaban a dirigentes que apoyaban -o tan solo simpatizaban- con la lucha de los trabajadores o las comunidades indigenas en el Amazonas. En lo que parecería ser un intento por disciplinar a los terratenientes y quizás aplacar las protestas de los siringueros, el gobierno nacional ordenaba la expropiación y la creación de otras tres nuevas reservas forestales en el Amazonas. Las amenazas contra Chico comenzaban a ser cada vez más frecuentes, pero este se decidía por no detener su trabajo y su rutina. El gobierno le asignaba custodia militar, mienta Chico viajaba por todo el país defendiendo y difundiendo el proyecto de las reservas forestales.
El 21 de noviembre de 1988, el presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Várzea Nova -Moisés Vittorio dos Santos- era asesinado de un disparo después de haber reclamado ante la policía que los criminales a sueldo de los terratenientes amenazaban y robaban a los trabajadores de la zona. En poco más de seis años se habían asesinado a mil dirigentes sindicales, ambientales, políticos y sociales, sacerdotes y abogados.
El 6 de diciembre de 1988, Chico se trasladaba hasta San Pablo para cerrar una conferencia ante una importante audiencia en un seminario organizado por la universidad de la ciudad. En ese auditorio, frente a cientos de asistentes pronunciaba un discurso que sería concluido por atronadores aplausos. Las palabras de Chico en la universidad serían de las más recordadas de toda su historia: “No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los matones que cuentan con la protección de la Policía de Acre y que desde 1975 han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes siringueros empeñados en salvar la selva amazónica y en demostrar que el progreso sin destrucción es posible. Pero la experiencia me enseña lo contrario. Las manifestaciones o los entierros no salvarán la Amazonia. Yo quiero vivir”. Ese mismo día los asesinatos volvían a ocurrir: Joao Batista, el representante del Partido Socialista en la Cámara de los Diputados caía muerto producto de una serie de disparos.
Cuando terminaba su recorrida por San Pablo, Chico volvía a Xapuri y se entrevistaba con varios medios de la prensa. En la entrevista comunicaba públicamente que estaba amenazado de muerte por el terrateniente Darly Pereira -el anterior dueño del seringal Cachoeira-y el resto de la Unión Democrática Ruralista, una asociación de terratenientes creada en 1985 con el supuesto objetivo de “preservar los derechos de propiedad y el mantenimiento del orden y el respeto a las leyes del país". El 15 de diciembre, era el día del cumpleaños número cuarenta y cuatro de Chico, pero antes de poder celebrarlo jugando partidas de dominó con su custodia y junto a su esposa y sus dos pequeños hijos, Chico se dirigía a miles de delegados sindicales en el III Congreso Nacional de la Central Única de Trabajadores. En ella volvía a denunciar las amenazas que ya se habían transformado prácticamente en una sentencia de muerte. Al terminar el congreso, los delegados de los distintos sindicatos lo elegían suplente en la Dirección Nacional de la Central de Trabajadores y en marzo del siguiente año se convertiría en el presidente del Consejo Nacional de Siringueros, el que años antes él había ayudado a construir.
El jueves 22 de diciembre de 1988, la selva y la noche estaban particularmente hermanadas, o mejor dicho enamoradas. Lo cubrían a todo y a todos. Chico había vuelto a su casa después del mediodía y se había puesto a jugar dominó durante horas con su custodia. Su esposa y sus hijos daban vueltas a su alrededor. Ella limpiaba y cocinaba, ellos jugaban y corrían mientras Chico no sacaba la mirada de los uno, los dos, los tres, los cuatro, los cinco y los seis gravados que estaban gravados en las fichas. A pesar del crujido de las maderas que se escuchaba con cada paso que las demas personas que daban vueltas por las casa, a pesar de las sombras que barrían las luces del día, Chico no levantaba los ojos de la mesa llena de fichas. Los puntos en los pequeños rectángulos eran la única diversión o quizás la única abstracción que Chico se permitía tener, ademas de pasar tiempo junto a su mujer y sus hijos.
La noche del 22 de diciembre le había ganado la batalla al día bastante temprano. A diferencia de otros lugares, en la selva, la noche dura más que el día. Si está soleado, si está nublado, si llueve poco o mucho, la noche siempre está junto a la selva. A las seis y media de la tarde Ilzamar -la esposa de Chico- le pedía que parara de jugar al dominó y que despejara la mesa para poder servir la cena. Chico recogía las piezas, las guardaba en una caja de madera y tomaba una toalla, una que le habían regalado para su cumpleaños siete días antes. Se quería bañar antes de cenar; la humedad y la transpiración es la otra gran enamorada de la selva. Chico llegaba hasta la puerta trasera de su humilde casa de madera para ir hasta el baño, que estaba afuera de la casa, en el patio, rodeado de árboles que formaban parte de la periferia de la selva. Cuando llegaba hasta la puerta trasera, Chico no parecía ser Chico, no era el hijo que la selva había parido. Recién en la puerta trasera se daba cuenta de que estaba todo oscuro, que era de noche, como siempre lo era en la selva. Se daba la vuelta y volvía hasta la cocina para buscar una linterna. Con la linterna en la mano y la toalla sobre el antebrazo volvía, cruzaba la puerta y cuando bajaba los dos escalones que separaban la casa del patio desde la oscuridad de la selva se asomaban los dos sicarios que la noche estaba protegiendo. Cuarenta y dos perdigones ingresaban por el lado derecho del torso de Chico y terminaban con su vida.
En el séptimo atentado contra su persona, a Chico finalmente le robaban la vida. Darcy y Oloci Alves, los hijos del terrateniente Darly Alves, al que Chico había acusado de planificar su asesinato, cumplían con los desesos de su padre y de otros dirigentes de la Unión Democrática Ruralista que querían a Chico muerto. Rapidamente los compañeros de Chico y las diferentes organizaciones con las que había trabajado se unían y creaban el Comité Chico Mendes desde el cual coordinaban las acciones politicas y judiciales para lograr esclarecer su asesinato.
Cuatro días después del crimen, el 26 de diciembre de 1988, Darcy Alves se entregaba a las autoridades y confesaba ser quién le había disparado a Chico. Exactamente un año después, un jurado popular lo condenaba a él y a su padre a la pena de 19 años de prisión por el asesinato de Chico. Antes del crimen, Darly Alves ya se encontraba procesado y con pedido de captura por una serie de asesinatos que se habían cometido en otros estados. Chico había informado de esta orden sobre el terrateniente a las autoridades policiales, pero no hicieron nada debido a las relaciones que estas tenían con los terratenientes de la Unión Democrática Ruralista.
Tres años después de la condena, los asesinos de Chico escapaban de la cárcel y se mantenían prófugos durante más de tres años. Darly Alves -el padre- se escondía en la sede del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria y a traves de documentos de identidad falsificados obtenía un crédito bancario -del Banco da Amazonia- para desarrollar nuevos emprendimientos agropecuarios. En 2008, a los 71 años de edad obtenía la prisión domiciliaria por su condición de salud; en cambio su hijo Darcy, recien diez años después -cuando ya había cumplido su condena-, se trasladaba hasta la ciudad de Medicilândia en el estado de Pará y fundaba una iglesia evangélica desde la cual se acercaba a la política y se convertía en un referente del Partido Liberal, aliado del entonces candidato a presidente Jair Bolsonaro. Pero los vínculos de la familia Alves con los crímenes ambientales no se detendrían con esa condena. Una investigación periodística del portal Sumaúma del año 2024 encontraba al menos a cinco familiares de los Alves en la lista de infractores medioambientales del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables: el padre de Darcy e instigador del asesinato de Chico, dos hermanos, un primo y su esposa habían sido denunciados, condenados y sancionados por deforestar zonas protegidas.
El legado de Chico Mendes supera las distintas representaciones culturales y políticas que muy merecidamente se le siguen haciendo. Su trabajo, su visión y su esfuerzo por aunar, conceptos y luchas en relación a una causa común fue su mayor legado. Su afán por transformar la fragmentación que caracterizaba a la política abrió el camino a nueva forma de hacer política, una que amalgama a la comunidad y al ambiente.
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