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ROSSELLA CASINI: EL ROSTRO DE LA HISTORIA

Foto del escritor: Lucas Manjon & Giulia BaruzzoLucas Manjon & Giulia Baruzzo
La historia de Rossella Casini es una historia de mujeres, de varias mujeres: su propia historia, la de su madre, sus amigas y sus compañeras de universidad; también la de su cuñada y la de los que decidieron su muerte. Aquí parte de su historia.

Muchas veces cuando nos referimos a las víctimas inocentes de las mafias italianas, se suele pensar que solo se hace referencia a las personas que viven en las comunidades establecidas en las regiones en el sur de Italia, donde las mafias tradicionales, donde la Cosa Nostra, la Camorra, la Sacra Corona Unita y la ‘Ndrangheta han tenido su propia origen. En verdad, dentro de las más de mil historias de víctimas inocentes de las mafias en Italia -como lo declara el listado oficial de la asociación Libera. Associazioni, nomi e numeri contro le mafie-, muchas de ellas pertenecían a diferentes regiones -tanto del norte y del centro del país- y que en su camino se encontraron un día cualquiera y por cualquier tipo de con un “accidente”, una persona o un contexto vinculado al entorno criminal mafioso.


Esas personas inocentes, muchas de ellas mujeres, no se encontraban en el lugar equivocado, en el momento equivocado, sino que estaban viviendo su tiempo, su vida y las perdieron sin culpa, incluso en medio de la pelea contra las mafias. La ‘Ndrangheta es una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo y tiene una historia llena de nombres comunes y rostros desconocidos, nombres y rostros que pertenecían a trabajadoras y trabajadores que se transformaron en miedo y olvido en algunos casos y en vergüenza familiar que podía contaminar la memoria.


Hay dos motivos por los cuales las mujeres son asesinadas por los miembros de la ‘Ndrangheta: a algunas de ellas las matan por la casualidad o el mal destino y otras por la necesidad de la mafia. Sea por el motivo que sea, la numerosa cantidad de casos de mujeres asesinadas por la mafia demuestra que no existe ningún tipo de "código" capaz de liberar a las mujeres y a los niños de la violencia mafiosa. Decenas y decenas de mujeres fueron y son exterminadas por haberse atribuido el derecho a seguir sus propios sentimientos, deseos e impulsos o simplemente por intentar liberarse del manto y la fealdad de los ambientes mafiosos, para intentar no terminar siendo asesinadas por una mentalidad retrógrada y machista.


En las últimas décadas las mujeres también han tomado un rol activo en las organizaciones criminales y de una manera más o menos independiente deciden si forman parte o no de la actividad mafiosa, persiguiendo un impuesto histórico rol de mujer -madre, hermana, hija o esposa de un mafioso-, o lo que sucede en muy raras ocasiones que es cuando alcanzan el liderazgo de una familia producto del amplio conocimiento de las dinámicas y los asuntos de la actividad criminal y que aprendieron también por ser ese tipo de mujer impuesta a imagen y semejanza de la mafia. Cuando las mujeres logran dirigir la familia mafiosa, su poder se encuentra en los secretos que capturan en su vida cotidiana dándole prioridad al propio poder incluso a costa de sus propios hijos.


En el mismo tiempo en que se ha comenzado a hablar y percibir está nueva ola de la milenaria revolución femenina, en la sociedad del hampa, donde las madres, esposas, hermanas e hijas están acostumbradas al silencio y a la obediencia, empezaron a levantar la cabeza, a decir no y a arrebatar de las manos de la mafia a sus hijos, hermanos, esposos y padres de un destino marcado por la violencia, la cárcel y la muerte. Pero la revolución no ha tocado sólo a mujeres vinculadas a las organizaciones mafiosas, el coraje atravesó también a aquellas mujeres que sin saberlo se cruzaron en el destino de la mafia, como fue la vida y la muerte de Rossella Casini.

Rossella nació el 9 de Mayo de 1956 en Florencia, en una de las ciudades artísticas más importantes de Italia. Su familia podía ser la imagen típica de la familia occidental durante los años dorados del capitalismo. Su padre Loredano era un obrero de la empresa fabricante de autos Fiat y su madre Clara una ama de casa dedicada a la crianza de su única hija. Rossella creció sana y fuerte, con un rostro dulce y con ojos profundos que podían mirar más allá de las personas. Después de la escuela secundaria, decidió seguir estudiando y se inscribió en la Universidad de Florencia, matriculándose en la carrera de Psicología. Rossella siguió viviendo con sus padres en Borgo La Croce, un barrio muy cerca del histórico mercado de Sant’Ambrogio. Su casa era un palacio antiguo del siglo XV, construido para acoger a los pobres y los enfermos y que con el tiempo y los cambios políticos de la entonces república florentina, terminó como última estadía de los condenados a muerte. En ese mismo palacio donde vivían Rossella y sus padres, había departamentos pequeños que en su mayoría eran alquilados por estudiantes universitarios que asisten a la misma universidad que Rossella. Entre todos los inquilinos también había un estudiante que asistía a la universidad, pero a una distinta, a la de Economía en Siena. El joven que era muy gentil y educado con Rossella no era de Florencia, sino de la comuna de Palmi, un pueblo de la región de Calabria, en el sur de Italia. El joven era Francesco Frisina y su padre de nombre Domenico era el jefe de una familia mafiosa calabresa.


Poco a poco los dos jóvenes se fueron enamorando y comenzaron a compartir sus días y sus noches, sus sueños pero no sus pesadillas. Rossella y Francesco formalizaron su noviazgo y en el verano de 1978 decidieron viajar a Palmi junto a los padres de Rossella, para conocer a los padres de Francesco. Durante la estadía compartida de las dos familias en Calabria la convivencia pareció ser de lo más normal y amena, ambos padres se encontraban de acuerdo con la unión de sus hijos. Pero los padres de Rossella notaron los extraños acontecimientos que se vivían en Palmi y que tenía al padre de Francesco en el centro de los mismos. Al momento del viaje, la región de Calabria y en especial el pueblo de Palmi se desangraba en una faida -guerra mafiosa- entre los clanes de Condello - Parrello por un lado y de Gallico - Frisina por el otro. La guerra duró hasta 1990 y dejó más de una centena de muertos. Los padres de Rossella no llegaron a notar la gravedad del contexto y al otro año permitieron que Rossella junto con su madre viajará hacia Palmi en obvia compañía de Francesco para otras vacaciones. Mientras madre e hija habían comenzado a gozar del mar y de las playas bonitas que se bañan del Mar Mediterraneo, las acciones de la mafia les abrieron los ojos para siempre.

El 4 de julio de 1979 Domenico Frisina -el padre de Francesco- era asesinado. Rossella y su madre descubrían una realidad brutal y totalmente desconocida, compuesta de palabras antiguas como “faida”, “ndrina” y “pizzo” e imágenes crueles como las de la familia criminal, la familia de su novio. Rossella con el asesinato de su suegro entendió porque Francesco solo contaba sus sueños y evitaba relatar sus pesadillas. El asesinato revela todo y Francesco le cuenta a Rossella la historia de su familia, que es también parte de su historia. Después de escuchar a Francesco, Rossella toma una decisión que cambiará para siempre su historia, la de su pareja, la de su suegra y la de su propia madre. Convence a esta última de regresar a Florencia, ella se queda a acompañar a su novio en un momento tan difícil como la pérdida de su padre.


Rossella permaneció varios meses en Calabria pero los estudios y los exámenes en la universidad la obligaron a volver. Al tomar el tren para regresar a Florencia, Rossella debió cambiar de formación ferroviaria en Roma. Al arribar a la capital itálica intentó comunicarse con Francesco quien se quedó en Palmi. Cuando Rossella logró comunicarse no lo pudo hacer con su novio ya que la noche anterior había sido atacado, tenía una bala alojada en la cabeza y se encontraba hospitalizado en grave estado. La joven florentina desertó de su viaje y retorno hacia Palmi, en Calabria. Francesco permanece en coma durante varios meses, el mismo tiempo que Rossella permanece a su lado. Después de meses de incertidumbre, miedo y también amor, Rossella logró convencer a Francesco para que aceptara ser transferido al hospital de Florencia con la excusa de recibir una mejor atención sanitaria; en realidad Rossella buscaba mayor seguridad de vida para Francesco. Rossella sabía muy bien que si quería salvar la vida de Francesco debía alejarlo de su propia familia, de Palmi y de Calabria.

Rossella no era de Calabria. Pero se enamoró de un mafioso calabrés. Y antes que muchos otros policías, jueces y fiscales entendió que para vencer a la ‘Ndrangheta era fundamental hablar, buscar en el Estado a las personas en las cuales confiar para romper la cadena de sangre y muerte.

Por suerte no estaba sola. Había un policía que sabía la historia de la “faida di Palmi”, que conocía a la familia de Francesco y Rossella confiaba en él. Mientras seguía con las curaciones del atentado en el hospital de Florencia, Francesco por pedido y convencimiento de Rossella había aceptado colaborar con la justicia. Con las primeras declaraciones de Francesco, la justicia logró resolver inmediatamente varias causas de homicidio vinculadas a la guerra mafiosa y también la organización de las familias en disputa. El 14 de Febrero de 1980 la propia Rossella misma testifica delante del Procurador de Florencia y declara todo lo que ha visto y oído durante sus varias estadías en Palmi. Debido a que las declaraciones de Rossella y Francesco se concentran sobre lo que sucedía en Calabria, parte de las declaraciones eran transmitida a la Procuraduría de Palmi y producto de la infiltración mafiosa en varias áreas del Estado, la familia de Francesco rápidamente se da cuenta de lo que está sucediendo a varios kilómetros de distancia.


La chica del norte, la niña rica de la ciudad también rica de Florencia, esa extranjera con ideas modernas resultaba que era una mala influencia para el calabrés Francesco: debía alejarse para que retornara la normalidad de una faida sin terceros. Uno de los primeros que demostró preocupación por Rossella, Francesco y las declaraciones en la justicia fue el Pino Mazzullo quien se encontraba casado con Concetta -la hermana de Francesco- y a quien le decía “ci ha inguaiati tutti!” (“nos han creado problemas a todos!”). Pino le pide una reunión a Francesco con el objetivo de convencerlo de que no siguiera colaborando con la justicia y de que cambie las declaraciones que ya había realizado ante la policía y la justicia. La reunión tuvo lugar en Turín y no pudo conocerse los resultados de la misma. Como la policía seguía el movimiento de uno y otro calabrés, tres días después de la reunión Pino y Francesco son detenidos.


Rossella entendía la preocupación de su familia, pero su amor por Francesco la mantenía en su único objetivo: alejar a Francesco de la mafia. Pero el miedo y la presión de la Ndrangheta se encontraba cada vez más cerca. Loredano Casini, el padre de Rossella, encontró una carta anónima en el coche de su hija donde la amenazaban de muerte. Intentó una y otra vez convencer a su hija de terminar su relación con Francesco y de esa manera buscó alejarla de una u otra manera de la mafia. Pero Rossella no iba a renunciar a Francesco. Rossella comenzó a viajar periódicamente a Calabria. Entre viaje y viaje, sean por aire, ruta o riel, la florentina pensaba y buscaba la forma en cómo dar respuesta a los pedidos e imposiciones por parte de la familia de Francesco. La búsqueda incesante de Rossella por alcanzar el bienestar y la seguridad tanto de ella como de su pareja era infructuosa; la relación con la familia Frisina y por ella con la mafia calabresa se encontraba totalmente destruida.


En el primer mes de 1981, Rossella se encontraba en Calabria. En aquellas semanas intentaba tener contacto continuo vía telefónica con su padre en Florencia. Aunque le contaba diariamente que la relación con la familia de su novio era difícil confiaba en que la situación general pudiera mejorar ya que producto del pedido de su familia política había aceptado realizar nuevas declaraciones ante las autoridades judiciales, pero negando todas las anteriores. El 21 de Febrero Rossella se encuentra con el juez del tribunal de Palmi y firma un documento preparado por el abogado de la familia de Francesco y a través de ella retrae todas sus declaraciones anteriores. Rossella estaba convencida que la familia de Francesco podía así perdonarla, pero no fue así. Ya no solo debía perdonarla la familia sino también la mafia calabresa y esta última fue quien inmediatamente después de la declaración de Rossella, ordenó “maten a la extranjera”.


Lo que había hecho Rossella era una ofensa demasiado grave por parte de una mujer que “nada sabe y nada conoce de nuestra tierra” y por ello “esta ofensa tiene que ser limpiada con la sangre”. Rossella se había atrevido a romper la omertà y hasta había convencido a un miembro de la propia mafia de romperla, hablando con el Estado y así traicionando hasta su propia familia. Era una situación que la mafia no podía pasar sin dejar consecuencias. La tarde del 22 de Febrero de 1981 es la última vez que el padre de Rossella escucha por teléfono la voz de su hija. Ella le comenta que está preparándose para viajar hacia Florencia. Después de esa última llamada, no se sabrá más nada por años. Rossella tenía una vida por delante, tenía tan solo 25 años y no le habían permitido seguir viviendo. Desde ese mismo momento, sus padres han intentado encontrarla incansablemente, desde siempre han intentado saber qué ha pasado con su única hija. La madre de Rossella murió pocos años después producto del gran dolor que la desaparición de su hija le produjo; su padre solo tendrá apenas el tiempo de saber que comenzaría un un juicio por el homicidio de la hija.


Una mañana de Julio de 1994, el padre de Rossella se encontraba leyendo el periódico “La Nazione” de Florencia y allí descubría que un colaborador de justicia había contado a los magistrados lo que sabía sobre el destino de Rossella. El colaborador cuenta que Rossella había sido asesinada y cortada en pedazos. El padre de la joven florentina se entera del final de la vida de su hija por los diarios, nadie del Estado se había comunicado con él, el propio Estado le faltaba el respeto. El juicio por el homicidio de Rossella comenzó en marzo de 1997 gracias a las declaraciones del colaborador de justicia Vincenzo Lo Vecchio, un criminal originario de Palermo que había pasado su “latitanza” (carrera criminal) en Palmi, bajo la protección de la familia Gallico. Es él quien cuenta que Rossella había sido torturada, asesinada y cortada en pedazos antes de hacerla desaparecer. El colaborador relata toda la historia y el intento de desviar la investigación por parte de la familia Frisina, la cual intentaba imputar la culpa de la desaparición de Rossella a la ‘ndrina enemiga a los Condello. También ante las autoridades judiciales relató que el asesinato de Rossella tuvo el consentimiento de Francesco, su novio, quien se encontraba en el Centro clínico de Messina, en Sicilia.


Luego de varios aplazamientos y demoras por cuestiones procedimental, en mayo de 2006, el Tribunal de Apelación dictó sentencia: todos los imputados fueron absueltos por falta de pruebas. El cuerpo de Rossella nunca sería encontrado. A pesar de no contar con pruebas suficientes para condenar a los imputado, el Tribunal asentó en la sentencia que la familia de Francesco estuvo implicada en la desaparición de Rossella:

“El motivo que tuvo Concetta Frisina -la hermana de Francesco- para matar a su futura cuñada es imponente, gigantesco e innegable. Rossella Cassini, es una lectura paradójica de que los hechos trastocan los valores sociales, fue ella quien arrojó el deshonor sobre la "honrada" familia Frisina. Una familia no sólo "con olor de mafia", sino con una filiación asociativa (mafiosa) ya ha sido constatada por investigaciones judiciales que tienen autoridad de juicio. Una familia en la que Francesco Frisina ha absorbido sin límites y sin defraudar las enseñanzas, en primer lugar la de respetar la "omertà".

Después de la muerte de Loredano Cassini -el padre de Rossella-, la historia de la joven cae en el olvido y durante años no se conocerá ni siquiera la cara de la valiente mujer que se había atrevido a desafiar la ‘Ndrangheta. Gracias a otras mujeres como Rossella, la historia de coraje y de amor de Rossella no se perdió en el tiempo. Durante varios años, actrices, directoras de cine y escritoras han contado y retratado su historia; también denunciando el terrible final de esta mujer, sin justicia ni verdad. Por ello también en el año 2013 durante la Jornada de la Memoria y del Compromiso para todas las víctimas de las mafias, el grupo local de la asociación “Libera, contro le mafie” en Florencia lanzó una convocatoria para encontrar una foto de Rossella. El llamado permitió obtener una primera imagen en blanco y negro de Rossella y se encontraba en su carnet universitario.


En 2019 en ocasión de la Fiesta de la República Italiana, el Presidente de la Republica Sergio Mattarella ha premiado a Rossella de la Medalla de Oro al Valor Civil. En aquella ocasión el Presidente había afirmado que:

“Rossella era una estudiante universitaria de Florencia, que se unió sentimentalmente a un hombre que resultó ser parte del mundo criminal de Calabria. Aunque supo los graves riesgos, luchó tenazmente para convencer al novio a cortar todos los lazos con la ‘Ndrangheta, revelando a las autoridades judiciales lo que había aprendido del mismo sistema criminal” - extracto de las bases del fundamento para la otorgación de la medalla a Rossella.

Fueron siempre las mujeres quienes durante muchos años las que buscaron una pista sobre Rossella con el deseo y el compromiso de darle sentido a la memoria de la joven de Florencia. Para comenzar con ello, era necesario encontrar aunque sea una foto de Rossella. La foto la encontraron y todo ello gracias al compromiso de otras mujeres, que gracias a esa foto ahora luchan juntas cada día, para que la historia de coraje lleve siempre también la alta dignidad del amor sin condiciones de Rossella y de todas aquellas chicas y mujeres que no paran de querer entender cómo el amor también encuentra la justicia. La imagen de Rossella permitió abrir nuevos imaginarios de esperanza.


Como cuando las mujeres le vimos la cara por primera vez y fue una verdadera emoción, vivimos la emoción de la historia, de una terrible injusticia, la injusticia absoluta de la violencia contra las mujeres, la arrogancia de aquellos que piensan que todavía pueden sacar lo mejor de cualquier mujer o de cualquier institución que tenga que juzgarlos por sus actos. Pero no en sólo eso. Más allá de lo que parece ser la dinámica habitual de la historia o lo que parece ser solo una foto, en ella hay un fragmento de derecho, de dignidad y hasta de legalidad. Un terraplén de amor contra lo que parece ser un río imparable de violencia. No somos ilusos e ilusas que nos engañamos pensando que era mucho más que una foto encontrada en un archivador. Somos soñadores que nos ilusionamos con la fuerza de la ternura que se enfrenta con la miseria de la ferocidad, la cual todos la que la ejerzan tendrán que rendir cuentas. Si no le dejamos enterrar en silencio todas las cosas horribles que han hecho, no tendrán esperanza de escapar a un juicio.

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