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PIO LA TORRE: LA PIEDRA ANGULAR DEL SISTEMA ANTIMAFIA

  • Foto del escritor: Lucas Manjon
    Lucas Manjon
  • 1 mar 2023
  • 21 Min. de lectura
Pio La Torre fue un político y sindicalista italiano que se convirtió en un símbolo de la lucha contra la mafia. Su compromiso con la justicia lo llevó a promover la ley que tipificó el delito de asociación mafiosa y permitió confiscar bienes ilícitos. Asesinado en 1982 por la Cosa Nostra, su legado perdura como piedra angular del sistema antimafia italiano.
Pio La Torre: la piedra angular del sistema antimafia.
Pio La Torre: la piedra angular del sistema antimafia.

En medio de la noche, desde el campo y el océano se despachan los productos que van a ser comercializados ese mismo día en mercados como el populoso Mercato di Ballarò, un mercado que nunca cierra, o casi nunca cierra. Su apertura formal nunca ocurrió. No hubo empresarios, funcionarios, duque o duquesa alguna que cortara la cinta, pero igualmente, los mercaderes comenzaron a reunirse en vía Ballarò desde la Alta Edad Media, entre algunas de las tantas invasiones militares que vivió la isla de Sicilia. Como nunca tuvo apertura, quizás por esa razón tampoco tiene un cierre. Ballarò no cierra o casi nunca cierra. Las veinticuatro horas del día -o de la noche- está ocupado por gente. Por compradores, por vendedores, por empleados, por curiosos, por turistas y por algún que otro carterista. La ciudad de Palermo es un mercado de Ballarò a gran escala. La capital de Sicilia es una ciudad que duerme poco. Se despierta temprano y se acuesta muy tarde. Aunque la capital se despierta sin nunca llegar a dormirse profundamente. A la madrugada, cuando está relativamente tranquila, cuando ya no escucha el ruido de algún motor viejo o el grito de un trasnochado, solo durante esos instantes se puede decir que Palermo duerme, y que los palermitanos descansan. Pero eso suele ocurrir muy pocas veces. Palermo y sus hijos solo dormitan y en una ciudad en donde no se duerme, el tránsito suele ser una de sus tantas pesadillas.


Rosario era su compañero y su amigo desde hacia bastante tiempo y desde hacia menos tiempo era también su chofer y custodio. Puliese de nacimiento -de la capital Bari para ser exacto-, conocía bastante bien el tránsito de la capital siciliana, pero para un tránsito palermitano no hay nada mejor que un palermitano. Rosario el amigo, Rosario el compañero, Rosario el chofer y Rosario el custodio conducía un Fiat 132 de color beige la mañana del 30 de abril de 1982. En esa época del año, en Palermo, el sol a veces alcanza a calentar lo suficiente al ambiente para hacer olvidar completamente al reciente invierno que abandonó formalmente al hemisferio norte casi un mes antes. Ese 30 de abril de 1982, la batalla del clima no estaba definida. Rosario había pasado a buscar a su amigo, su compañero, su pasajero y su custodiado. Había repetido la rutina. Bajaba del auto, lo esperaba en la puerta del auto y cuando su amigo, compañero, pasajero y custodiado se sentaba en el asiento del acompañante delantero, daba la vuelta al auto por detrás y volvía a colocar su manos en el volante. Ese día, como tantos otros, los amigos, los compañeros, el chofer y el pasajero, el custodio y el custodiado se dirigían hasta la sede del Partido Comunista Italiano, espacio en el que militaban desde hacia muchos años.


Pio La Torre nació en la víspera de la Navidad cristiana de 1927, en Altarello di Baida, en ese entonces, una aldea periférica de la ciudad de Palermo. Miembro de una familia de agricultores pobres, sin acceso al agua ni la electricidad, desde muy pequeño junto a sus cuatro hermanos debió ayudar a sus padres a trabajar en las tierras de los terratenientes de la Conca D' Oro, espacio geográfico rico en recursos y oportunidades que controlaban y administraban los mafiosos de la isla y en el cual hicieron sus primeras fortunas. Estudió a la luz de una vela en los horarios que el trabajo le dejaba libre y a los 18 años -cuando la Segunda Guerra Mundial terminó-, ingresó a la Universidad y se sumó a las filas del Partido Comunista Italiano (PCI).


Las ocupaciones de tierra movilizaban a miles de campesinos y militantes políticos.
Las ocupaciones de tierra movilizaban a miles de campesinos y militantes políticos.

El gobierno que se constituyó después de la expulsión del ejercito nazi de la isla de Sicilia y del resto de la península itálica emprendió una serie de programas agrarios con el objetivo de intentar garantizar condiciones de vida mínimas para los campesinos, sobre todo los que se encontraban al sur de Roma, los más pobres. En medio de una Guerra Fría que poco a poco comenzaba a mostrar los niveles de tensión que alcanzaría con el tiempo, ese tipo de programas contaron con el apoyo y el beneplácito de los Aliados en Occidente ya que estaban preocupados por reducir la influencia soviética en todo el mundo y sobretodo en aquella región del continente. Si bien cuestiones geopolíticas como la de las posguerra influían decididamente en las medidas de gobierno, en la reconstrucción de un territorio devastado por dos guerras en menos de medio siglo, el primer gobierno italiano después de la larga noche fascista debió incluir a miembros de diferentes partidos políticos, extraño o no, de ese gobierno formó parte el Partido Comunista Italiano.


Los funcionarios de ese partido diagramaron los programas orientados a garantizar el acceso a la tierra para los campesinos, mejorar sus condiciones de vida y reducir los estallidos de violencia que se sucedían en el sur de la península y la isla de Sicilia. Uno de esos funcionarios fue Fausto Gullo, un comunista calabres que en el año 1944 -cuando el Reino de Italia ya era el reciente aliado de los Estados Unidos contra la Alemania Nazi y la guerra todavía no había terminado- fue designado como Ministro de Agricultura. En el año 1946, un decreto que llevó el nombre del ministro estableció un procedimiento de legalización de las ocupaciones de tierras que habían sido organizadas en gran medida por los sindicatos de campesinos. Aquel decreto significaba la transferencia definitiva a los campesinos de más de ciento ochenta mil hectáreas que antes se encontraban en manos de latifundistas, sin cultivar o subexplotadas. Pero el tiempo de Fausto Gullo en el cargo como ministro resultó ser bastante corto y sus sucesores adoptaron posturas totalmente contrarias a estas.


Una de las primeras víctimas de esa nueva política llegó de una histórica alianza entre latifundistas y mafiosos. Epifanio Li Puma era un campesino y líder sindical en Petralia Soprana, al oeste de Palermo. Luchador incansable del derecho a un pedazo de tierra para vivir y trabajar, y defensor a ultranza de las organizaciones sindicales como herramienta para que los campesinos y los trabajadores mejoren sus condiciones de vida., el 2 de marzo de 1948, en compañía de sus hijos, dos hombres a caballo llegaban hasta donde se encontraba Epifanio y después de cruzar algunas pocas palabras lo asesinaban de varios tiros en la cabeza. Ocho días después, en la ciudad de Corleone, un mafioso del clan dirigido por el médico Michele Navarra, secuestraba y asesinaba al líder sindical campesino Placido Rizzotto. El propio jefe del clan, un médico de nombre Michele Navarra que al otro día del secuestro de Rizzotto, con sus propias manos, a través de una inyección letal, asesinaba a un niño de doce años que desafortunadamente había presenciado el secuestro de Rizzotto. El primero de abril de 1948, Calogero Cangelosi, un campesino, líder del movimiento de los “sin tierra” en Camporeale, al sur de Palermo, cuando se dirigía a su casa acompañado de cinco compañeros que hacían a su vez de custodios, era asesinado y dos de esos compañeros heridos.


Pio La Torre en un acto conmemorativo del primero de Mayo en Portella della Ginestra.
Pio La Torre en un acto conmemorativo del primero de Mayo en Portella della Ginestra.

Las amenazas sobre los campesinos se extendían y se materializaba con suma inmediatez. Los latifundistas empleaban la mano de obra violenta de la mafia y asesinaban a los líderes sindicales y también amenazaban a las familias campesinas que se negaban a acatar las órdenes de los unos u otros. Una de esas familias campesinas amenazadas e intimidadas fue la familia La Torre, pero en ese caso, la misma no llegaba por algún tipo de extorsión o para que abandonaran sus tierras, sino por la actividad política de Pio. Las puertas del establo de la familia La Torre al otro día de una amenaza poco velada eran incendiadas por un grupo de mafiosos que había ofrecido a Pio ser parte del partido político al que ellos apoyaban, invitación a la que Pio se había negado. El padre de Pio le terminaba sugiriendo a su hijo que dejara la actividad política o abandonara la casa, ya que estaba exponiendo a toda su familia por los riesgos que él tomaba. Inmediatamente, Pio recogía su ropa, sus libros y se marchaba a la ciudad de Palermo.


Una mañana de octubre de 1948, Pio le abría la puerta de la sede del PCI a una joven noble palermitana, hija de un oficial del ejército que había decidido dejar las clases de tenis y de francés para sumarse a la lucha campesina. Cuando esa joven, Giuseppina Zacco, cruzaba la puerta del partido, el portero y la nueva militante se enamoraban casi al instante. La relación entre Pio y Giuseppina había comenzado y la vivían empapados de alegría. Casi un año después de abril y cruzar la puerta del PCI, de enamorarse al instante y de participar a la par en las actividades del partido, Giuseppina y Pio iban hasta el registro civil y se casaban. Ese mismo día, en Calabria, en el pequeño pueblo de Melissa la policía reprimió una protesta campesina y asesinó a tres personas e hirió a otros quince: entre los muertos, una mujer y un niño.


El retroceso en las políticas de redistribución por parte del gobierno generaba una nueva ola de protestas campesinas y sindicales en todo el país, pero el epicentro seguía siendo al sur de la península. Por ello, Pio se proponía encabezar una nueva y masiva  ocupación de más de dos mil hectáreas del feudo Santa Maria del Bosco en la localidad de Bisacquino, en Palermo. Pero el programa político de ocupación y reutilización de tierras de los sindicatos, los campesinos y partidos como el comunista no era algo que ese nuevo gobierno estaba dispuesto a seguir tolerando y por eso, en la ocupación de Bisacquino buscaban ponerle fin. El 10 de marzo de 1950 fue la fecha elegida para la ocupación, en el segundo aniversario del secuestro y el asesinato de Placido Rizzotto. La ocupación fue un éxito, Pio y los campesinos parcelaron la tierra, una actividad que duró todo el día y cuando los seis mil ocupantes que habían participado de la acción emprendieron la vuelta, un gigantesco despliegue policial los esperaba en el camino de vuelta. Los insultos de un lado al otro calentaban el ambiente y casi inmediatamente le daban lugar a los disparos del lado de la policía y a las piedras del lado de los campesinos. Pio intentó detener la represión pero la carga de la policía fue arrasadora. Cien campesinos, entre los que se contaba Pio, terminaron detenidos. Pio era acusado de golpear a un teniente de la policía durante los incidentes y a la espera de un juicio que llegó un año y medio después, terminó pasando diecisiete meses en la cárcel de Ucciardone en Palermo.


Por ser considerado como partícipe de un delito de orden político, a Pio se le aplicó el régimen de prisión conocido como de aislamiento y durante varios meses no se le permitió tener ningún tipo de contacto con el exterior. Su esposa Giuseppina, embarazada de su primer hijo solo pudo ver a su esposo después de varios meses gracias a la presión y los contactos de su familia. Pero Pio, a pesar de encontrar el consuelo de hablar por primera vez con su esposa, no pudo tocarla, abrazarla o besarla ya que la visita de Giuseppina se realizó a través de la celda en la que Pio estaba alojado y solo pudieron verse y conversar a través de una pequeña ventana en la puerta de la celda. La injusta reclusión en la cárcel, la distancia y la falta de contacto con su esposa fueron dolores intensos pero soportables. Lo peor de esos diecisiete meses en la cárcel fue la muerte de su madre a causa de un tumor en el útero y de la cual Pio no se pudo despedir. Durante el tiempo de reclusión también nació su primer hijo Filippo, al que Pio conoció cuando un guardiacárcel lo llevó hasta sus brazos: Giuseppina debió  entregarlo y esperar en una oficina. El juicio por la supuesta agresión en la ocupación de tierras en Bisacquino llegó en agosto de 1951. Después de diez audiencias en las cuales la policía no logró aportar una sola prueba de la agresión, Pio fue liberado tras ser declarado inocente.


Pio La Torre, el segundo desde la izquierda, en un acto de la CGIL.
Pio La Torre, el segundo desde la izquierda, en un acto de la CGIL.

El tiempo en prisión fueron años muy duros para Pio. No pudo acompañar a su esposa durante el embarazo, no presenció el parto de su primer hijo y no pudo despedir a su madre antes de morir. A pesar de todo ese dolor, se reincorporó rápidamente a la actividad política. Un año después de recuperar la libertad fue elegido como secretario de la Cámara del Trabajo y luego se presentó como candidato al concejo municipal de Palermo, cargo para el cual resultó electo y en el cual permaneció hasta el año 1966. Una de las primeras acciones en su nuevo cargo fue la recogida masiva de firmas en el marco de una campaña mundial en contra de la proliferación de armas nucleares. También volvió a la Universidad y continuó con los estudios, además de intentar pasar un poco más de tiempo junto a su esposa e hijo. En 1956 nació Franco, el segundo hijo del matrimonio. La militancia política de Pio y la de su esposa caminaron al unísono. En 1959 se convirtió en el secretario regional de la CGIL y al otro año ingresó al Comité Central del PCI.


El tiempo de Pio como concejal coincidió con el del llamado saqueo de Palermo. Desde finales de la década del cincuenta y hasta mediados del setenta, un grupo de funcionarios de la Democracia Cristiana (DC) -el partido todopoderoso de la Primera República Italiana- conocidos como los jóvenes sultanes de Sicilia, valiéndose de sus cargos políticos y en el Estado, y en acuerdo con un grupo de empresarios y de familias mafiosas iniciaron una serie de demoliciones y edificaciones sin sentido, desorganizadas, precarias y estéticamente para nada apreciables. Vito Ciancimino, Giovanni Gioia y Salvo Lima, fueron los tres líderes de la DC en Sicilia que comandaron y dirigieron el saqueo de belleza y recursos de la capital siciliana. Todo comenzó cuando Salvó Lima, alcalde electo de Palermo colocó a cargo de la Secretaría de Obras públicas a Vito Ciancimino quien entregó millonarios contratos de obra pública a mafiosos y empresarios vinculados a Giovanni Gioia, el Secretario General de la Democracia Cristiana y el ideólogo de la maquinaria encargada de captar los votos en tiempos de elecciones a través del empleo público y privado en la isla: todo ello mediante una fuerte alianza con la mafia. Durante esos años, Goia también fue acusado informalmente -el miedo y las palabras como siempre ocurría con los poderosos en Sicilia circulaban como susurros-, de estar implicado en el asesinato de Pasquale Almerico, el alcalde de Camporeale que se negó a aceptar a mafiosos dentro de las filas del DC. Pasquale le había informado a Goia sobre las amenazas que sufría por esa decisión y este le dio como respuesta que el partido necesitaba gente con la que formar una coalición, hombres nuevos y que no se podía obstaculizar el compromiso de esos hombres, es decir, mafiosos con poder territorial. El líder mafioso acusado de cometer el crimen del alcalde era Don Vanni Sacco, quien también estaba sindicado como el instigador del crimen del líder sindical Calogero Cangelosi.


Su compromiso militante y las habilidades políticas que desarrolló, le fueron suficientes a Pio para alcanzar la secretaría general del PCI de Sicilia desde 1962 hasta 1967. Dos años más después de terminado su mandato al frente del partido, las obligaciones que éste le impuso lo obligaron a trasladarse hasta Roma para presidir la Comisión Agraria primero y la Comisión de Asuntos para el Sur después. En el duodécimo Congreso del PCI, Pio ingresó al secretariado general del partido a nivel nacional. Su crecimiento político dentro y fuera del partido fue sostenido y destacado. Ya se había licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Palermo y sus conocimientos sobre los dos grandes problemas en Sicilia eran no solo sólidos, sino también que los sabía exponer muy didácticamente en cada actividad pública en la que tomaba la palabra. Todas sus capacidades colocaban a Pio como candidato a la Cámara de Diputados por la circunscripción de Sicilia Occidental y en 1972 resultaba electo.


Una de sus primeras y más destacada tarea como parlamentario tenía lugar como integrante de la Comisión Antimafia, la que durante los diez años previos solo emitió declaraciones abstractas, sin una sola propuesta concreta sobre qué acción llevar contra la mafia y a la cual todavía el Estado se negaba a reconocer como una organización centralizada Pio tenía un profundo conocimiento del fenómeno mafioso y el sistema de poder que este desplegaba en la isla. Era consciente y conocedor de la transformación que en ese tiempo experimentaba la mafia. Desde sus orígenes, esta tenía casi estricta relación con la tierra, con el campo y sus mercados, pero con el establecimiento de un gobierno nacional, que había comenzado a canalizar recursos para reconstruir las ciudades devastadas por la guerra, la mafia se trasladaba con toda su estructura hacía la ciudad, con sus negocios y mecanismos, tanto los viejos como los nuevos. En su primer mandato como Diputado de la República trabajaba junto a Cesare Terranova, un magistrado siciliano que después de una serie de fracasos judiciales en la lucha contra la mafia, aceptaba la propuesta de convertirse en diputado por la izquierda y contaba con el apoyo del PCI.

El magistrado y diputado Cesare Terranova (con anteojos), a la derecha, el diputado y líder sindical Pio La Torre.
El magistrado y diputado Cesare Terranova (con anteojos), a la derecha, el diputado y líder sindical Pio La Torre.

Cesare Terranova en su rol de magistrado había dirigido una serie de grandes investigaciones sobre la mafia en Sicilia. Una de las más importantes fue contra los llamados corleoneses, un grupo de mafiosos de la región de Corleone, que en 1958 tenían como jefe a Luciano Leggio, aquel mafioso que había secuestrado y asesinado al líder sindical Placido Rizzotto diez años antes. Leggio había accedido a la cima de la familia corleonese después de asesinar a su jefe, al médico Michele Navarra, aquel que le había ordenado secuestrar a Rizzotto y que al otro día con sus propias manos y una jeringa asesinó a un niño de doce años que había presenciado el secuestro de Rizzotto. Cuando Cesare tuvo la oportunidad de interrogar a Leggio, este se negó a contestar todas las preguntas. El jefe mafioso ni siquiera contestó quienes habían sido sus padres, a lo cual el magistrado indicó que se anotara que “Leggio no sabe de quien es hijo”. La furia de Leggio abnegó cualquier otro sentimiento que pudiera albergar en su cuerpo. Cesare le comentaría a su esposa que el mafioso “tenía espuma en su boca, si podía me mataba con sus propias manos en ese momento”. Cesare al ordenar anotarlo de esa manera sugería que Leggio era un bastardo y para un mafioso como Leggio suponía una ofensa intolerable. Cuando Cesare partió hacía Roma para asumir su cargo como diputado, lo hizo con Leggio condenado a cadena perpetua por el asesinato de Michele Navarra, su jefe en la familia mafiosa de Corleone, pero recién en 1974, Leggio era capturado en Milan después de permanecer cuatro años prófugo.


Pio y Cesare intentaron darle impulso a la paralizada Comisión Antimafia en el Parlamento Italiano. La comisión se había creado a causa de la primera guerra mafiosa, que había comenzado en 1962 y terminado siete años después, con decenas de muertos y en particular, el del boss de Palermo Michele Cavataio, que fue asesinado por una nueva alianza mafiosa encabezada por los corleoneses. Los dos diputados sicilianos elaboraron informes, solicitaron información a los otros poderes del Estado y entrevistaron a víctimas de las organizaciones mafiosas. Antes de finalizar el primer mandato, Pio y Cesare presentaron un informe por la minoría en el cual no temieron mencionar los nombres y apellidos de los políticos que en Sicilia, particularmente en Palermo, estaban en connivencia con la mafia, particularmente a los tres jóvenes sultanes de la DC y sobre ese vínculo determinaban que “la interpenetración se produjo históricamente como resultado de un encuentro buscado y deseado por ambas partes, la mafia y el poder político. Por lo tanto, la mafia es un fenómeno de las clases dominantes”.


Aquel informe, que había sido presentado en minoría, los diputados agregaron un proyecto de ley que proponía la creación de herramientas judiciales concretas y sumamente novedosas para enfrentar a la mafia: con el tiempo se convertirían en las herramientas utilizadas en todo el mundo para enfrentar al crimen organizado. En el informe se incluía  un anexo llamado Disposiciones contra la mafia, en el cual Pio y Cesare proponían introducir en el Código Penal Italiano, la posibilidad de sancionar hasta con diez años de prisión a las personas que formarán parte de una organización mafiosa. En esas mismas disposiciones había un aspecto que en ese entonces era sumamente preocupante para los mafiosos, el decomiso de los bienes que los mafiosos hubieran obtenido por sus actividades criminales.


Cuando fue reelegido en el cargo como diputado, Pio integró la Comisión de Defensa y desde ese lugar inició una campaña para impedir la instalación de una lanzadera de misiles de la OTAN en la provincia de Ragusa, en el extremo suroriental de la isla. Pio era un pacifista e intentaba evitar de todas las formas posibles que la isla de Sicilia y el Mediterráneo se transformaran en una pieza más en el tablero de la Guerra Fría. Mientras tanto, Cesare Terranova cuando terminó su mandato legislativo decidió volver a Palermo, a su cargo como magistrado y fue seleccionado como juez principal de instrucción en los tribunales de la capital siciliana. Tres meses después de retornar a la isla, el 25 de septiembre de 1979 cuando se trasladaba en auto por la ciudad de Palermo junto al policía Lenin Mancuso, quien era su chofer y custodio, fue asesinado a tiros por un par de mafiosos. La orden de asesinar a Cesare la dio Luciano Leggio, a quien el magistrado antimafia indicó como un bastardo ante su negativa a indicar quiénes eran sus padres. El resto de los mafiosos que aprobaron el pedido de Leggio dieron el beneplácito ya que Cesare Terranova se había convertido en un opositor férreo y con poder a la mafia.

Pio La Torre en una actividad organizada por el PCI.
Pio La Torre en un actividad organizada por el PCI.

Desde hacía un tiempo, la mafia había tomado la decisión de asesinar a los funcionarios del Estado que la enfrentaban. Cesare Terranova no había sido el primero de los llamados cadáveres exquisitos. El secretario regional de la DC Michele Reina y el jefe de la Escuadra Móvil de la Policía Boris Giuliano fueron asesinados ese mismo año unos meses antes; el Presidente de la Región de Sicilia Piersanti Matarella, el capitán de los Carabinieri Emanuele Basile y el fiscal Gaetano Costa un año después. La isla de Sicilia se bañaba en sangre. Las muertes de los funcionarios se dieron en medio de una segunda guerra mafiosa, que comenzó la facción de los corleoneses contra las familias que controlaban históricamente a la ciudad de Palermo. La propuesta que Pio y Cesare habían agregado al informe de la Comisión Antimafia finalmente fue presentada como proyecto de ley ante la Cámara de Diputados en 1980. Bajo el número 1.581, la presentación resultó ser un cimbronazo político, social y criminal. Por primera vez en la historia, un sector de la clase dirigente proponía medidas especiales para hacer frente al fenómeno mafioso. En una entrevista a la RAI que Pio dio en relación a la presentación del proyecto declaró “proponemos centrar la atención en el enriquecimiento ilícito, porque la mafia tiene como objetivo, precisamente, el enriquecimiento ilícito, así que es ahí donde debemos poner el foco”.


La situación en Sicilia era cada vez más complicada. A la decisión unilateral sobre la vida y la muerte de cualquier persona en manos de la mafia, se sumaba la posibilidad real de involucrar de manera directa a Sicilia -y a toda Italia-, en una guerra que desde el comienzo podía poner en riesgo a gran parte de la humanidad. En 1981, Pio le solicitó a las autoridades del PCI volver a ocupar el cargo de Secretario Regional del PCI en Sicilia para coordinar las acciones contra la instalación de los misiles. Cuando Pio volvió a la isla fue el momento en que conoció a Rosario, su compañero y quien sería su chofer y custodio. Una de las primeras acciones fue la recolección de un millón de firmas en oposición para presentar ante el gobierno nacional. La campaña del comité de movilización reunió a organizaciones sociales y políticas de las más diversas: desde sindicatos y el Partido Comunista hasta la Iglesia Católica. Las firmas finalmente se presentaron el 11 de octubre de 1981, el mismo día en el que tuvo lugar una primera gran manifestación al lugar en donde se pretendía instalar la lanzadera de misiles. En la manifestación participaron más de treinta mil personas. La marcha era parte de una serie de actividades que colectivos pacifistas desplegaron por todo el continente. Una marcha anterior en la que se unió la ciudad de Perugia y Asís se llegó a contabilizar sesenta mil manifestantes. El 10 de octubre en la ciudad de Bonn, en Alemania, tuvo lugar la cumbre y marcha organizada por el Movimiento por la Paz europeo que reunió a trescientas mil manifestantes. Catorce días después de la marcha a Ragusa, una nueva manifestación que comenzó en Milán unos cuantos días antes terminó en Roma, nuevamente con trescientos mil manifestantes. Las manifestaciones en favor de la paz se siguieron repitiendo en casi todas las ciudades del continente. 

Manifestación contra la instalación de misiles de la OTAN en Sicilia. Pio marchando en el centro, a su derecha tomando su brazo, Rosario Di Salvo.
Manifestación contra la instalación de misiles de la OTAN en Sicilia. Pio marchando en el centro, a su derecha tomando su brazo, Rosario Di Salvo.

A comienzos de 1982, las asambleas y manifestaciones continuaron. El 14 de enero, en un congreso del partido Pio declaraba “necesitamos rechazar está perspectiva, llamando al pueblo siciliano a la lucha para decir no a un destino que, incluso antes de convertirlo en el objetivo de represalias atómicas, transformaría nuestra isla en una tierra espinas, terroristas y provocadores de todo tipo, a sueldo de los servicios secretos de todos los bloques en pugna. Se alimentará así también el sistema de poder de la mafia y los procesos degenerativos de las instituciones autónomas, mientras que Sicilia seria condenada a la degradación económica y social”. Si bien la instalación de los misiles en Sicilia era el tema central en la isla y en todo el continente, Pio no quitaba la atención de lo que la mafia seguía provocando. La guerra de los corleoneses y sus aliados contra el resto de la mafia incrementaba el número de muertos diariamente, sobretodo en Palermo.


Cuando eran pasadas las nueve de la mañana, Palermo ya se había despertado por completo y quienes intentaban circular quedaban atrapados en la pesadilla. Mientras el Fiat 132 de color beige ingresaba a la calle lateral a la plazoleta Generale Turba, una moto de alta cilindrada, con dos hombres armados se adelantaba, le cortaba el paso y comenzaba a dispararle. De un vehículo estacionado desde hacia unas cuantas horas bajaban más personas que se sumaban al tiroteo contra los ocupantes del Fiat 132 de color beige. Rosario que actuaba como chofer y custodio, aunque realmente era solo su amigo y compañero -algo tan simple y tan complejo como eso-, llegaba a sacar su arma y disparar hasta cuatro veces mientras intentaba con su cuerpo cubrir a su pasajero, a su custodiado, pero sobretodo, a su amigo y compañero. Rosario murió en el acto. Varias de las cuarenta balas que los sicarios dispararon impactaron en Rosario mientras se intentaba defender y cubrir con su cuerpo a Pio La Torre, el líder sindical y diputado del Partido Comunista Italiano, su amigo, su compañero, su pasajero y su custodiado, el objetivo de aquel planificado ataque y quien ya estaba muerto para cuando Rosario se arrojó sobre su cuerpo.


El dos de mayo, el día después del Día Internacional del Trabajador se celebraron los funerales conjuntos de Pio y Rosario en la Piazza Politeama de Palermo. Asistieron más de cien mil personas. Pio siempre supo que sus ataques políticos y públicos a la mafia era como autodeterminarse una sentencia de muerte. Así lo supo siempre y reforzaba su convicción ante cada nueva muerte que ocurría en la isla. Pio sabía que la muerte andaba cerca suyo y por eso, casi premonitoriamente, les había pedido a sus compañeros, de que en caso de que fuera asesinado, el día de su funeral “no solo sea un día de lamentaciones, sino también un día de lucha para todos los trabajadores”. Que Pio y Rosario hayan sido asesinados un día antes del primero de mayo fue una situación estremecedora para que el lamento y la celebración se conjugaran en un mismo acto.


Como había sucedido con muchos otros cadáveres exquisitos, la mafia intentó cubrir sus huellas en el gatillo a través de una serie de falsos comunicados, atribuyendo la autoría del crimen a grupos o que no tenían nada que ver o que directamente no existían. Para el caso del asesinato de Pio y Rosario, los asesinatos fueron supuestamente reivindicados por las Brigadas Rojas, por Prima Linea y hasta por un supuesto grupo de extrema izquierda llamado Grupos Proletarios Organizados. A pesar de ello, los compañeros y la familia de Pio siempre indicaron que la mafia había sido la instigadora y la ejecutora de los crímenes. El día después del crimen, el general de Carabinieri Carlo Alberto Dalla Chiesa aceleró su llegada a la isla con el mandato de enfrentarse a la mafia siciliana. La orden pública para Dalla Chiesa llegó después de los éxitos del capitán en la lucha contra el terrorismo unos pocos meses antes, pero la orden privada era confusa y escasa de herramientas judiciales, técnicas y humanas para llevarla delante. El trabajo de Dalla Chiesa en la isla fue tristemente corto y cargado de traiciones y sangre. El 3 de septiembre, tan solo unos pocos meses después de llegar a la isla fue víctima de una emboscada planificada y ejecutada por la mafia siciliana. Una moto interceptó al auto conducido por un policía que actuaba como custodia del general y al cual masacró con una ráfaga de Kalashnikov. Un auto bloqueó el paso al auto que manejaba Emanuela Setti Carraro -la segunda esposa del general Dalla Chiesa- y en el que viajaba el propio general. Otra ráfaga de treinta tiros de Kalashnikov acabó con la vida de la familia Dalla Chiesa. 

Funeral conjunto de Pio La Torre y Rosario Di Salvo al que asistieron más de cien mil personas.
Funeral conjunto de Pio La Torre y Rosario Di Salvo al que asistieron más de cien mil personas.

Un día después del asesinato de Dalla Chiesa, su esposa y su custodia, de la conmoción, de la preparación inmediata de los funerales de Estado y las reuniones interministeriales, la Camara de Diputados en Roma se comenzó a mover para darle tratamiento al proyecto de ley presentado por Pio junto al magistrado Cesare Terranova. Los dos ya estaban muertos. Diez días después del asesinato de Dalla Chiesa y a ciento treinta y seis días del asesinato de Pio y Rosario, con el impulso del Ministro del Interior Virgionio Rognoni, bajo el numero de ley 646, las disposiciones contra la mafia eran aprobadas. El esclarecimiento de los asesinatos de Pio y Rosario necesitó de la colaboración de mafiosos que se acogieron a la figura de colaboradores de la justicia; para la mafia, infames con una sentencia de muerte sobre la cabeza. Los mafiosos Tommaso Buscetta, Francesco Mannoia y Gaspare Mutolo indicaron a los magistrados que los mafiosos Pino Greco, Giuseppe Lucchese, Nino Madonia, Mario Prestifilippo y Salvatore Cucuzza integraron el equipo de sicarios que asesinó a los amigos, compañeros, pasajero y chofer, custodio y custodiado por las propuestas presentadas por Pio en las disposiciones contra la mafia. Durante mucho tiempo se sospechó de la implicancia de actores externos a la mafia y a funcionarios de Estado vinculados a ella. En 1990 se descubrió la existencia en varios países europeos de una organización de nombre Gladio, creada y dirigida por CIA para prevenir una posible invasión soviética a Europa. En Italia esa organización tuvo en diferentes momentos de la historia, contactos con la mafia en Sicilia, por esa razón, Giuseppina -la viuda de Pio- y: los abogados de la familia solicitaron investigar la participación en el asesinato de miembros de Gladio o cualquier otro tipo de organización parecida a las cuales interfería en sus objetivos. Cuando el mafioso Cucuzza finalmente fue detenido en 1996, este confirmó a la justicia los nombres del equipo de sicarios y también indicó al mandante de dicho crimen: el autoproclamado jefe de la Cosa Nostra, Salvatore Toto Riina. En enero de 2007, Riina y sus lugartenientes fueron condenados a cadena perpetua por los asesinatos de Pio y Rosario. 


La ley que había propuesto Pio en 1980 paso a ser conocida popular y judicialmente con el nombre Rognoni - La Torre, y se transformó en el elemento central en la lucha contra la mafia en Italia y en diferentes partes del mundo. Pio fue quizás uno de los primeros en tener una visión integral sobre el fenómeno de la mafia, un adelantado para su época, que además de estudiar la conducta de la mafia la sufrió en carne propia.

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